Ir al contenido principal

Todo es circular

  Todo es circular. Una vez que llegás a un extremo, estás a menos de un paso de regresar a donde estabas antes. Me he dado cuenta de que la obsesión por la libertad, como cualquier otra obsesión, en realidad nos aleja de la felicidad o el bienestar que buscamos al luchar por eso que tanto deseamos, que obsesivamente anhelamos. Me es imposible no recordar la “hiperintensión” de Viktor Frankl al hablar de esto. Uno lucha contra “el sistema”, contra las normas establecidas que nos “amarran” a todos, y muchas veces busca la libertad por el camino contrario a todas esas normas, pero, ¿por qué siempre ir hacia la dirección opuesta a la que indica el letrero? Si la moda te impone el azul, y vos usás el rojo, ¿no estás haciendo lo mismo que los que se ponen el azul, pero a la inversa? Desde hace años que lo pienso: el problema no está en los sistemas políticos, sociales, educativos o económicos, sino en las corrompidas o fácilmente corruptibles personas que los ejecutan, que los ejecutamos. Está claro que aquel que se auto-exilie del sistema no sufrirá todos sus perjuicios, pero inevitablemente seguirá amarrado a todos sus hermanos humanos que aún permanecen en él, ¿y eso qué valor tiene? Todo termina siendo una simple y solitaria huida, no una solución. ¿Qué sentido tiene “atarse a la libertad de no estar en el sistema” si no ayudás a nadie más, si todo al otro lado de tu piel sigue tal cual estaba cuando lo dejaste? Benditas sean y son las personas que se atreven a esa huída, su valentía y su anhelo de naturaleza merecen ser recompensadas, pero aún así, no me parece la solución. El “sistema”, la “globalización”, han traído muchos beneficios, pero uno suele pasarlos por alto debido a que la mayor cantidad de las personas hacemos un mal uso de ellos y de nuestro egoísmo.
  “Hay que cambiar el sistema desde adentro” es una frase que he escuchado varias veces en mi vida. Simplemente me parece una mentira, en parte. Si entras a un lugar contaminado, sin los debidos cuidados, lo más seguro es que termines contaminado también, y ese es el problema, ¿cuáles son los cuidados que uno debe tener a la hora de ingresar a un mundo tan contaminado? No los conozco, o tal vez sí, pero no son suficientes para asegurar un ingreso y un egreso intacto.
  Entonces, ¿qué hacer con mi libertad? El hombre no tolera ser libre, o quizá la lisa y llana verdad es que no puede ser libre. Sea como sea, utiliza su (aparente o no) libertad para amarrarse (lo que significaría que la “libertad” es la “posibilidad de elegir cómo y por qué no ser libre”) a personas, ideas, sueños, lugares, objetos, actividades. Así que, en mi instintiva necesidad de amarrarme, creo que prefiero mantenerme libre de la libertad de huir, y atarme al deseo de ayudar aunque sea a una persona, porque en nuestro afán de atarnos a veces nos atamos a lo primero que encontramos y terminamos en la frustración.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Breve comentario acerca de "Les Amours Imaginaires"

  " Les Amours Imaginaires " es una película dirigida y protagonizada por el canadiense Xavier Dolan, estrenada en 2010. No la colocaría en mi lista de películas favoritas, pero me gustó. Se trata de una película bastante abstracta, y con esto me refiero a que sus protagonistas (Marie, Francis y Nicolas) son completamente desconocidos: no se sabe de qué viven, de qué vivieron, cuáles son sus aspiraciones... Todo lo que se ve en la película es el triángulo que se forma cuando Marie y Francis, amigos, se enamoran de Nicolas. No hay otra cosa en la película, es completamente sentimental, repleta de miradas celosas, gestos juguetones, sonrisas encantadoras. Sin embargo, visualmente utiliza algunas metáforas que si bien son simples, son muy efectivas a la hora de explicar los sentimientos (y la cámara lenta ayuda mucho en eso): por ejemplo, la soledad que se expresa cuando Francis baja solo por unas estrechas y oscuras escaleras, de espaldas a la cámara y desenfocado, luego d

Refracción no ficcional desde una frase de Elvira Sastre

Procedo a explicar por qué la frase “No vuela quien tiene alas, sino quien tiene un cielo”, de Elvira Sastre, se me presenta como genial (o sea muy linda): Volar es un verbo que connota, más que proezas, sueños, riesgos, la pequeña y dulce valentía de saltar (que sí, siempre es pequeña: ¿cuánto podemos saltar los humanos no entrenados para los juegos olímpicos? ¿un metro de alto?  ¿dos metros o dos metros y medio de largo?), gesto humilde que deviene admirable y astronómico dependiendo el acantilado o la catarata o el planeta del que se salta. En fin, podemos decir que volar es vivir la vida que se sueña, al inalcance de los tontos, que tienen mucha pero mucha masa y entonces la gravedad recae fuertemente sobre ellos, y suelen ser los que tienen gomeras y nuestros propios miedos. Las alas , por su parte, son la posibilidad de volar. Son algo mucho más pragmático, casi un mérito corporal, que vale solo en la medida en que funcionan y sirven para volar. ¿Cuánto se admiran las alas

El momento de decir 'adiós'

  Cuando llega el momento de decir ‘adiós’, los años que encendieron la Luna y el Sol se licuan en lo profundo y salen a flote en los ojos, donde danzan para celebrar y devolver la belleza que han recibido.   Cuando llega el momento de decir ‘adiós’, el verano se hace invierno y el invierno se hace verano, porque la Tierra sigue girando incluso cuando todo está en silencio y quietud.   Cuando llega el momento de decir ‘adiós’, nos convertimos en un piano callado en medio de la sala que el público ya ha abandonado, mientras el último reflector recalentado dibuja las pelusas del aire y la sombra debajo de nosotros. Las teclas no se mueven, pero las cuerdas aún vibran en el interior, murmurando algo indecible. Se apaga la luz hasta la próxima función.   Cuando llega el momento de decir ‘adiós’, cabe en nuestros pulmones todo el viento que sopló, y no hay suspiro que deshinche los recuerdos o la nostalgia.   Cuando llega el momento de decir ‘adiós’, un abrazo es las palabras más a