Problemas de lingüística general I.
Émile Benveniste (1902-1976).
Traducción: Juan Almela.
México DF: siglo xxi editores. 2015.
Obra original: 1966.
… se discierne que las “categorías mentales” y las “leyes del pensamiento” no hacen, en gran medida, sino reflejar la organización y la distribución de las categorías lingüísticas. Pensamos un universo que primero nuestra lengua modeló. [8]
Para el sentimiento ingenuo del hablante, como para el lingüista, el lenguaje tiene por función “decir alguna cosa”. ¿Qué es exactamente esa “cosa”, en vista de la cual el lenguaje es articulado, y cómo deslindarla con respecto al lenguaje mismo? [9] [Á: yo quiero decir la naranja, pero la naranja sólo es tal en cuanto la vuelvo la naranja mediante mis discriminaciones perceptivas y lingüísticas. El lenguaje me usa para tocarse a sí mismo] [¿Por qué en cuestiones lingüísticas se usarán tanto las frutas como ejemplo? ¿Estaremos buscando un poco de dulce en medio de un tema tan agrio? Cuac.]
Cada fonema o morfema se vuelve relativo a cada uno de los demás, por ser a la vez diferente y solidario; cada uno delimita a los otros, que a su vez lo delimitan, siendo distintividad y solidaridad condiciones conexas. Estos elementos se ordenan en series y muestran en cada lengua disposiciones particulares. Es una estructura, cada una de cuyas piezas recibe su razón de ser del conjunto que sirve para componer. [10]
Pero el lenguaje es también hecho humano; es, en el hombre, el lugar de interacción de la vida mental y de la vida cultural y, a la vez, el instrumento de esta interacción. Otra lingüística podría establecerse sobre los términos de este trinomio: lengua, cultura, personalidad. [18]
En efecto, las unidades de la lengua participan de dos planos: sintagmático, cuando se las considera en su relación de sucesión material en el seno de la cadena hablada; paradigmático, cuando son planteadas en relación de sustitución posible, cada una en su nivel y en su clase formal. [24]
Esto es lo que hace que la lengua sea un sistema donde nada significa en sí y por vocación natural, sino donde todo significa en función del conjunto; la estructura confiere su “significación” o su función a las partes. Es también lo que permite la comunicación indefinida: por estar la lengua organizada sistemáticamente y por funcionar según las reglas de un código, el que habla puede, a partir de un número muy restringido de elementos básicos, constituir signos, luego grupos de signos y, finalmente, una variedad indefinida de enunciados, todos identificables por quien los percibe, puesto que en él se halla depositado el mismo sistema. [25] [Á: ¿el mismo?]
La lengua re-produce la realidad. Esto hay que entenderlo de la manera más literal: la realidad es producida de nuevo por mediación del lenguaje. El que habla hace renacer por su discurso el acontecimiento y su experiencia del acontecimiento. El que oye capta primero el discurso y a través de este discurso el acontecimiento reproducido. [26] [Á: a la realidad (si tal cosa existe, y (al menos hoy) creo que sí) deformada (re-formada) por nuestras percepciones, le sigue la deformación de la archivación: traducir a palabras la percepción, para una memoria más ligera y una posible transferencia a otras personas. Básicamente puros chismes. Al chisme que me trae mi percepción, le sigue el chisme de mi memoria]
… el conocimiento del mundo está determinado por la expresión que recibe. El lenguaje reproduce el mundo, pero sometiéndolo a su organización propia. Es logos, discurso y razón al tiempo, como vieron los griegos. Lo es por el hecho mismo de ser lenguaje articulado, consistente en una disposición orgánica de partes, en una clasificación formal de los objetos y de los procesos. El contenido por trasmitir (o, si se quiere, el “pensamiento”) es descompuesto así según un esquema lingüístico. La “forma” del pensamiento es configurada por la estructura de la lengua. Y la lengua a su vez revela en el sistema de sus categorías su función mediadora. Cada locutor no puede ponerse como sujeto sino implicando al otro, a su pareja, que, dotado de la misma lengua, comparte el mismo repertorio de formas, la misma sintaxis de enunciación y la misma manera de organizar el contenido. A partir de la función lingüística, y en virtud de la polaridad yo:tú, individuo y sociedad no son ya términos contradictorios sino términos complementarios. [27] [Á: ¿la misma lengua, el mismo repertorio de formas, la misma sintaxis, la misma manera de organizar contenido? No creo. Pienso en Barthes cuando dice que con algunas personas no puede más que hablar del clima y algunas cuestiones prácticas, porque sus maneras e intereses son muy diferentes. Pero es bien cierto que hace falta un mínimo de identidad (de idéntico) en el yo y en el tú para poder luego intentar compartir lo diferente]
Es, en efecto, en y por la lengua como individuo y sociedad se determinan mutuamente. El hombre ha sentido siempre -y los poetas a menudo cantado- el poder fundador del lenguaje, que instaura una realidad imaginaria, anima las cosas inertes, hace ver lo que aún no es, devuelve aquí lo desaparecido. Por eso tantas mitologías, al tener que explicar que en la aurora de los tiempos haya podido nacer alguna cosa de nada, planteen como principio creador del mundo esta esencia inmaterial y soberana, la Palabra. No hay, por cierto, poder más elevado, y todos los poderes del hombre, sin excepción -piénsese bien-, proceden de éste. La sociedad no es posible más que por la lengua; y por la lengua también el individuo. [27]
… la facultad de simbolizar.
Entendemos por esto, muy ampliamente, la facultad de representar lo real por un “signo” y de comprender el “signo” como representante de lo real; así, de establecer una relación de “significación” entre una cosa y algo otro. [27] [Á: ¿pero puedo ver ese “lo real” si antes no lo “significo”?]
… el animal expresa sus emociones, no puede nombrarlas. [29]
… no hay relación natural, inmediata y directa entre el hombre y el mundo, ni entre el hombre y el hombre. Hace falta un intermediario, este aparato simbólico … [31]
“Es en último análisis tan sólo el lado pintoresco de una lengua lo que hace que difiera de todas las demás … [38] [citando a Saussure]
Para el sujeto parlante, hay entre la lengua y la realidad adecuación completa: el signo cubre y rige la realidad; mejor: es esta realidad (nomen omen, tabúes verbales, poder mágico del verbo, etc.). [52]
Quien dice sistema dice ajuste y adecuación de las partes en una estructura que trasciende y explica sus elementos. Allí todo es tan necesario, que las modificaciones del conjunto y del detalle se condicionan recíprocamente. La relatividad de los valores es la mejor prueba de que dependen estrechamente uno del otro en la sincronía de un sistema siempre amenazado, siempre restaurado. [54]
Las abejas se presentan como capaces de producir y comprender un verdadero mensaje, que encierra varios datos. Pueden, así, registrar relaciones de posición y de distancia; pueden conservarlas en la “memoria”; pueden comunicarlas simbolizándolas por diversos comportamientos somáticos. El hecho notable es, ante todo, que manifiesten aptitud para simbolizar: hay ciertamente correspondencia “convencional” entre su comportamiento y el dato que traduce. Esta relación es percibida por las demás abejas en los términos en que les es trasmitido, y se torna motor de acción. Hasta aquí, encontramos en las abejas las condiciones mismas sin las que ningún lenguaje es posible, la capacidad de formular e interpretar un “signo” que remite a cierta “realidad”, la memoria de la experiencia y la aptitud para descomponerla. [59]
El mensaje de las abejas no atrae ninguna respuesta de los alrededores, sino determinada conducta, que no es respuesta. Esto significa que las abejas no conocen el diálogo, condición del lenguaje humano. [60]
… el mensaje de una abeja no puede ser reproducido por otra que no hubiera visto por sí misma las cosas que la primera anuncia. No se ha advertido, por ejemplo, que una abeja vaya a llevar a otra colmena el mensaje que hubiera recibido en la propia, lo cual sería una manera de trasmisión o de relevamiento. [60] [Á: las abejas sólo pueden “nombrar” lo que han experimentado por sí mismas. Una comunicación inevitablemente honesta, y pragmática. A la vez, me parece bastante difícil de comprobar que realmente nunca ninguna abeja fue a otra colmena a reproducir el mensaje de otra abeja; y aún si nunca hubiese sucedido, también puede ser por puro desinterés de las abejas, no porque no puedan hacerlo. No sería sorpresa que no quisieran compartir con otra colmena la ubicación de las mejores flores que encontraron]
… el lenguaje, en tanto que es hablado, es empleado para transportar “lo que queremos decir”. Pero lo que así llamamos, “lo que queremos decir” o “lo que tenemos en mente” o “nuestro pensamiento”, o como queramos que se designe, es un contenido de pensamiento, harto difícil de definir en sí, como no sea por caracteres de intencionalidad o como estructura psíquica, etc. Este contenido recibe forma cuando es enunciado, y sólo así. Recibe forma de la lengua y en la lengua, que es el molde de toda expresión posible; no puede disociarse de ella ni trascenderla. [63] [Á: ¿no puede?]
De otra suerte el pensamiento se reduce, si no exactamente a nada, sí en todo caso a algo tan vago e indiferenciado que no tenemos medio alguno de aprehenderlo como “contenido” distinto de la forma que la lengua le confiere. La forma lingüística es, pues, no solamente la condición de trasmisibilidad sino ante todo la condición de realización del pensamiento. No captamos el pensamiento sino ya apropiado a los marcos de la lengua. Fuera de esto, no hay más que volición oscura … [64]
Hablar de continente y de contenido es simplificar. No hay que abusar de la imagen. Estrictamente hablando, el pensamiento no es una materia a la que la lengua prestaría forma, puesto que en ningún momento puede ser imaginado este “continente” vacío de su “contenido”, ni el “contenido” independiente de su “continente”.
Entonces la cuestión se vuelve ésta. Sin dejar de admitir que el pensamiento no puede ser captado más que formado y actualizado en la lengua, ¿tenemos manera de reconocer al pensamiento caracteres que le sean propios y que nada deban a la expresión lingüística? Podemos describir la lengua por sí misma. Habría que esperar, lo mismo, llegar directamente al pensamiento. [64]
Es lo que se puede decir lo que delimita y organiza lo que se puede pensar. La lengua proporciona la configuración fundamental de las propiedades reconocidas por el espíritu a las cosas. [70]
A lo largo de los análisis freudianos enteros se percibe que el sujeto se sirve de la palabra y del discurso para “representarse” él mismo, tal como quiere verse, tal como llama al “otro” a verificarlo. Su discurso es llamado y recurso, solicitación a veces vehemente del otro a través del discurso en que se plantea desesperadamente, recurso a menudo mentiroso al otro para individualizarse ante sus propios ojos. Por el mero hecho de la alocución, el que habla de sí mismo instala al otro en sí y de esta suerte se capta a sí mismo, se confronta, se instaura tal como aspira a ser, y finalmente se historiza en esta historia incompleta o falsificada. [77]
La característica de la negación lingüística es que no puede anular sino lo que es enunciado, que debe plantear explícitamente para suprimir, que un juicio de no existencia tiene necesariamente también el estatuto formal de un juicio de existencia. Así la negación es primero admisión. [84] [Á: toda oposición es primero una aceptación: acepto que hay aquí algo, y luego me opongo. La oposición total y victoriosa es el olvido.]
La negación es una forma de percatación de lo reprimido: en realidad supone ya un alzamiento de la represión, aunque no, desde luego, una aceptación de lo reprimido… Conseguimos vencer también la negación e imponer una plena aceptación intelectual de lo reprimido, pero sin que ello traiga consigo la anulación del proceso represivo mismo.” [citando a Freud] ¿No se ve aquí que el factor lingüístico es decisivo en este proceso complejo, y que la negación es en alguna forma constitutiva del contenido negado, y así de la emergencia de tal contenido en la conciencia y de la supresión de la represión? Entonces lo que subsiste de la represión no es ya sino una repugnancia a identificarse con este contenido, pero el sujeto no tiene ya poder sobre la existencia de éste. También aquí su discurso puede prodigar las denegaciones, mas no abolir la propiedad fundamental del lenguaje: implicar que alguna cosa corresponde a lo que es enunciado, alguna cosa y no “nada”. [84]
Parece, según los estudios realizados sobre los sueños o las neurosis, que los símbolos que los traducen constituyen un “vocabulario” común a todos los pueblos sin acepción de lengua, por el hecho, evidentemente, de que no son ni aprendidos ni reconocidos como tales por quienes los producen. [85]
Hay combinaciones que son frecuentes, otras más raras, otras, en fin, teóricamente posibles, que no se realizan jamás. [96]
[Á: una lengua que incluya chasquidos de lengua, silbidos, golpes de manos, o movimientos faciales o corporales no sonoros, por ejemplo, como letras.]
La frase se realiza en palabras, pero las palabras no son sencillamente los segmentos de ésta. Una frase constituye un todo, que no se reduce a la suma de sus partes; el sentido inherente a este todo se halla repartido en el conjunto de sus constituyentes. La palabra es un constituyente de la frase, de la que efectúa la significación; pero no aparece necesariamente en la frase con el sentido que tiene como unidad autónoma. [122]
… será necesario plantear una distinción entre palabras autónomas, que funcionan como constituyentes de frases (la gran mayoría), y palabras sinnomas que no pueden entrar en frases más que unidas a otras palabras … [123]
Esto proviene ante todo del carácter distintivo entre todos, inherente a la frase, de ser un predicado. Todos los demás caracteres que pueden reconocérsele están en segundo plano con respecto a éste. El número de signos que entre en una frase es indiferente: se sabe que un solo signo basta para constituir un predicado. Igualmente la presencia de un “sujeto” al lado de un predicado no es indispensable: el término predicativo de la proposición se basta a sí mismo puesto que es en realidad el determinante del “sujeto”. La “sintaxis” de la proposición no es sino el código gramatical que organiza el arreglo de ésta. Las variaciones de entonación no tienen valor universal y no dejan de ser apreciación subjetiva. [127]
Los tipos de frases que podrían distinguirse se reducen todos a uno solo, la proposición predicativa, y no hay frase fuera de la predicación. [128]
… la frase contiene signos, pero no es signo ella misma. [128]
Los fonemas, los morfemas, las palabras (lexemas) pueden ser contados; su número es finito. Las frases no. [128]
Concluimos que con la frase se sale del dominio de la lengua como sistema de signos y se penetra en otro [128] universo, el de la lengua como instrumento de comunicación, cuya expresión es el discurso. [129]
… hay proposiciones asertivas, proposiciones interrogativas, proposiciones imperativas … . Ahora, estas tres modalidades no hacen más que reflejar los tres comportamientos fundamentales del hombre, hablando y actuando por el discurso sobre su interlocutor: quiere transmitirle un elemento de conocimiento, u obtener de él una información, o intimarle una orden. [129]
… nora bereal ē, “él ha llevado”, significaría literalmente “hay (ē) llevar (bereal) de él (nora). [139] [en armenio]
Sea la locución wu asi ako (golpear-mano-pecho), “comprometerse” … [145] [en ewe, lengua de Togo]
En la nomenclatura gramatical de la Indica, la noción se expresa también mediante los tres puruṣa o “personas”, denominados respectivamente prathamapuruṣa, “primera persona” (= nuestra 3ra persona), madhyamapuruṣa, “persona intermedia” (= nuestra 2da persona), y uttamapuruṣa, “última persona” (= nuestra 1ra persona); … [161]
Esto equivale a preguntarse si la categoría de la persona es de veras necesaria y congenial con el verbo o si constituye solamente una modalidad posible, realizada las más de las veces, mas no indispensable, como pasa después de todo con tantas categorías verbales. [162]
La consecuencia debe ser formulada netamente: la “3ra persona” no es una “persona”; … [164]
Se sigue que, muy generalmente, la persona no es propia sino de las posiciones “yo” y “tú”. La 3ra persona es, en virtud de su estructura misma, la forma no-personal de la flexión verbal. [166]
Otra característica es que “yo” y “tú” son inversibles: aquel que “yo” define como “tú” se piensa y puede invertirse a “yo”, y “yo” se vuelve un “tú”. Ninguna relación parecida es posible entre una de estas dos personas y “él”, puesto que “él” en sí designa específicamente nada y nadie. [166]
La distinción ordinaria de singular y plural debe ser, si no remplazada, sí cuando menos interpretada, en el orden de la persona, por una distinción entre persona estricta (= “singular”) y persona amplificada (= “plural”). Únicamente la “tercera persona”, por ser no-persona, admite un verdadero plural. [171]
… del imperativo euphemei (euphemeite) en un giro como euphemein keleúein, “invitar a pronunciar palabras de buen agüero”, que es la formulación ritual de “invitar al silencio”. [205]
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