Roland Barthes. El susurro del lenguaje. (Original: 1984). 2009. Traducido por C. Fernández Medrano. Paidós. Barcelona.
Toda enunciación supone su propio sujeto, ya se exprese el tal sujeto de manera aparentemente directa, diciendo yo, o indirecta, designándose como él, o de ninguna manera, recurriendo a giros impersonales; todas ellas son trucos puramente gramaticales, en las que tan sólo varía la manera como el sujeto se constituye en el interior del discurso, es decir, la manera como se entrega, teatral o fantasmáticamente, a los otros; así pues, todas ellas designan formas del imaginario. Entre todas esas formas, la más capciosa es la forma privativa, que es precisamente la que ordinariamente se practica en el discurso científico, del que el sabio se excluye por necesidades de objetividad; pero lo excluido, no obstante, es tan sólo la «persona» (psicológica, pasional, biográfica), siempre, de ninguna manera el sujeto [19]
tan sólo la escritura es capaz de oponer a la seguridad del sabio ... la «modestia» del escritor. [21]
[Á: ¿En qué escritores conoció Barthes la modestia? ¿Cabe esa cualidad en algún ente autodenominado escritor?]
la ciencia se convertiría en literatura, en la medida en que la literatura ya es, lo ha sido siempre, la ciencia; puesto que todo lo que [p22] las ciencias humanas están descubriendo hoy en día, en cualquier orden de cosas, ya sea en el orden sociológico, psicológico, psiquiátrico, lingüístico, etc., la literatura lo ha sabido desde siempre; la única diferencia está en que no lo ha dicho, sino que lo ha escrito. [23]
cuando suelto el signo yo me estoy refiriendo a mí mismo en cuanto hablante, y entonces se trata de un acto siempre nuevo, aunque se repita, cuyo «sentido» siempre está inédito; pero, al llegar a su destino, ese signo se recibe por parte de mi interlocutor como un signo estable, surgido de un código pleno, cuyos contenidos son recurrentes. En otras palabras, el yo del que escribe yo no es el mismo yo que está leyendo el tú. [33]
[Á: la necesidad de cosificar (estancar, enlatar) a la otra persona dentro de su discurso para poder comprenderla (es decir: para quedarme tranquilo porque lógicamente entiendo a la entidad que tengo al frente, y entonces puedo elegir cómo actuar). Si no encierro a la persona en lo que dice, se me va a presentar como un fluido de acciones y características veleidosas libre de toda identidad; es decir, se me presentará como una no-identidad, como un nadie. Necesito crucificar a cada persona en un discurso para mantener mi supuesto control sobre mi mundo.]
las reglas de la composición ... , heredadas de la retórica, siempre pasan por la referencia a un modelo deductivo, es decir, racional: como en el silogismo, se trata de forzar al lector a un sentido o a una conclusión: la composición canaliza; por el contrario, la lectura (ese texto que escribimos en nuestro propio interior cuando leemos) dispersa, disemina ... [41]
Al encerrarse para leer, al hacer de la lectura un estado absolutamente apartado, clandestino, en el que resulta abolido el mundo entero, el lector —el leyente― se identifica con otros dos seres humanos —muy próximos entre sí, a decir verdad— cuyo estado requiere igualmente una violenta separación: el enamorado y el místico [53]
comúnmente se admite que leer es decodificar: letras, palabras, sentidos, estructuras, y eso es incontestable; pero acumulando decodificaciones, ya que la lectura es, por derecho, infinita, retirando el freno que es el sentido, poniendo la lectura en rueda libre (que es su vocación estructural), el lector resulta atrapado en una inversión dialéctica: finalmente, ya no decodifica, sino que sobre-codifica; ya no descifra, sino que produce, amontona lenguajes [57]
Si la ortografía fuera libre ―libre de ser o no simplificada, a gusto del usuario―, podría constituir una práctica muy positiva de expresión; la fisonomía escrita de la palabra podría llegar a adquirir un valor poético en sentido propio, en la medida en que surgiría de la fantasmática del que escribe, y no de una ley uniforme y reduccionista ... en la medida en que la ortografía se encuentra uniformada, legalizada, sancionada por vía estatal, con toda su complicación y su irracionalidad, la neurosis obsesiva se instala: la falta de ortografía se convierte en la Falta. [70]
[Á: qué interesante eso de la fantasmática, eso que no sabemos de dónde nos viene o nos nace, ni qué es, pero que de alguna manera es como nuestra huella digital gestual o actitudinal o psicológica: la fantasmática de mi yo, lo irrepetible y único, pero a la vez inasible e inexplicable, imposible de fronterizar o delinear.]
¿Y una reforma de la ortografía? Numerosas veces se ha pretendido hacerla, periódicamente. Pero ¿a santo de qué rehacer un código, aunque mejorado, si de nuevo es para imponerlo, legalizarlo, convertirlo en un instrumento de selección notablemente arbitrario? Lo que debe reformularse no es la ortografía, sino la ley que prescribe sus minucias. Lo que sí podría pedirse no es más que esto: una cierta «laxitud» de la institución. Si gusta escribir «correctamente», es decir, «conformemente», soy bien libre de hacerlo, como lo soy de encontrar placer en leer hoy en día a Racine o a Gide: la ortografía legal no deja de tener su encanto, en la medida en que es perversa; pero que las «ignorancias» o las «distracciones» dejen de castigarse; que dejen de percibirse como aberraciones; que la sociedad acepte por fin (o que acepte de nuevo) separar la escritura del aparato de Estado del que forma parte; en resumen, que deje de practicarse la exclusión con motivo de la ortografía. [p71]
el texto es un tejido de citas provenientes de mil focos de la cultura. … el escritor se limita a imitar un gesto siempre anterior, nunca original; el único poder que tiene es el de mezclar las escrituras [80]
[Á: Toda escritura es una lectura (o cúmulo de lecturas), y si leemos lecturas, toda lectura es una escritura. ¿Por qué armar el binomio? ¿Sólo por vicio de lenguaje, de taxonomía?]
la infinitud del significante no remite a ninguna idea de lo inefable (de significado innombrable), sino a la idea de juego [89]
[Á: es decir, no es infinito porque no se pueda nombrar, sino que es infinito porque siempre puede nombrárselo de nuevas maneras]
En Occidente, la sexualidad, de manera muy pobre, se limita a prestarse a un lenguaje de la transgresión; pero hacer de la sexualidad un terreno de transgresión es seguir teniéndola presa en una oposición binaria [p110] (pro/contra), en un paradigma, en un sentido. … Lo que es difícil no es liberar la sexualidad de acuerdo con un proyecto más o menos libertario, sino separarla del sentido, incluso de la transgresión como sentido. [111]
[Á: la verdadera transgresión (la destrucción del tabú y del pudor aprendido) habrá sucedido el día que las fotos o los videos de una entrepierna estén expuestos (on u offline) no para escandalizar a algún señor o a alguna señora, sino por el mismo interés que lleva a exponer un plano detalle de una mano o una foto de un llavero o de un florero. La verdadera transgresión va a ser andar por la calle, pasar al lado de un coito, y que no sea diferente a pasar por al lado de un puesto de pulseritas.
O quizá no. Yo que sé.]
La palabra es irreversible, ésa es su fatalidad. Lo que ya se ha dicho no puede recogerse, salvo para aumentarlo: corregir, en este caso, quiere decir, cosa rara, añadir. Cuando hablo, no puedo nunca pasar la goma, borrar, anular; lo más que puedo hacer es decir «anulo, borro, rectifico», o sea, hablar más. Yo la llamaría «farfullar» a esta singularísima anulación por adición. [115]
arrojar el tema a lo largo del blanco de la página, no para «expresarlo» ... , sino para dispersarlo: lo que entonces equivale a desbordar el discurso normal de la investigación. [123]
Para conseguir la interdisciplinariedad no basta con tomar un «asunto» (un tema) y convocar en torno de él a dos o tres ciencias. La interdisciplinariedad consiste en crear un objeto nuevo, que no pertenezca a nadie. [125]
el Texto se debate a menudo dramáticamente con el significado que tiende a reaparecer en él: si el Texto sucumbe a esta reaparición, si triunfa el significado, el texto cesa de ser Texto, el estereotipo se convierte en él en «verdad» [128]
se da una irredimible guerra de los lenguajes: nuestros lenguajes se excluyen los unos a los otros; en una sociedad dividida (por las clases sociales, el dinero, el origen escolar) hasta el mismo lenguaje produce división. ¿Cuál es la porción de lenguaje que yo, intelectual, puedo compartir con un vendedor de las Nouvelles Galeries? Indudablemente, si ambos somos franceses, el lenguaje de la comunicación; pero se trata de una parte ínfima: podemos intercambiar informaciones y obviedades; pero ¿qué pasa con el resto, es decir, con el inmenso volumen de la lengua, con el juego entero del lenguaje? … [134] … recibiremos varios lenguajes diferentes, de modo que es imposible que todos ellos respondan, no tan sólo a nuestro deseo (empleo la palabra en el sentido más fuerte), sino incluso a nuestra capacidad de intelección: en la cultura siempre hay una parte de lenguaje que el otro (o sea, yo) no comprende; a mi vecino le parece aburrido ese concierto de Brahms y a mí me parece vulgar aquel sketch de variétés, y el folletón sentimental, estúpido: el aburrimiento, la vulgaridad, la estupidez son los distintos nombres de la secesión de los lenguajes. El resultado es que esta secesión no sólo separa entre sí a los hombres, sino que cada hombre, cada individuo se siente despedazado interiormente; cada día, dentro de mí, y sin comunicación posible, se acumulan diversos lenguajes aislados [135]
[Á: Cuando digo “es aburrido”, o “es estúpido”, y sea un comentario despectivo o una expresión que asumo descriptiva y no eufemizada desde mi emocionalidad, estoy dando a conocer una incapacidad de acceso a aquel lenguaje (es decir: no es tanto un rechazo, sino un mejor-me-quedo-afuera). Esta incapacidad puede deberse a falta de oportunidades o de tiempo para comprender, a falta de entusiasmo o curiosidad espontáneas, o a prejuicios que motivan el permanecer distante.]
Así, pues, parece ser que lo que persiguen todas las clases sociales no es la posesión de la cultura (tanto para conservarla como para adquirirla), pues la cultura está ahí, por todas partes, y pertenece a todo el mundo, sino la unidad de los lenguajes, la coincidencia de la palabra y la escucha. [136]
[Á: la peligrosísima y desesperante coincidencia entre la palabra y la escucha]
basta con salir por un instante del medio propio y ocuparse, aunque sólo sea una hora o dos, no sólo en escuchar otros lenguajes distintos al nuestro, sino también en participar lo más activamente posible en la conversación, para percibir, siempre con incomodidad, y a veces con una sensación de desgarramiento, el carácter enormemente estanco de los lenguajes ... si esos lenguajes no se comunican entre sí (salvo «hablando del tiempo») no es al nivel de la lengua, que todos entendemos, sino al de los discursos (objetos de los que la lingüística empieza ahora a ocuparse); en otras palabras, la incomunicación, hablando con propiedad, no es de orden informacional sino de orden interlocutorio: hay falta de curiosidad, indiferencia, entre los lenguajes [147]
El lenguaje encrático, sostenido por el Estado, está en todas partes: es un discurso difuso, expandido, y, por decirlo así, osmótico, que impregna los intercambios, los ritos sociales, los ocios, el campo sociosimbólico … Además, se trata de un discurso repleto: no hay en él lugar para el otro (de ahí la sensación de asfixia, de enviscamiento, que puede provocar en los que no participan de él). [154]
como toda clausura, la de un lenguaje exalta, da seguridad a todos los individuos que están dentro, rechaza y ofende a los que están fuera. [155]
todo sociolecto (encrático o acrático) pretende impedir que el otro hable ...
El carácter intimidante de un sociolecto no actúa sólo hacia los que están excluidos de él: también es limitador para los que lo comparten (o, más bien, para los que lo poseen en parte). … [156] … siguiendo a Boas, Jakobson tiene buen cuidado de señalar que una lengua no se define por lo que permite decir, sino por lo que obliga a decir; del mismo modo, todo sociolecto conlleva «rúbricas obligatorias», grandes formas estereotipadas al margen de las cuales la clientela de tal sociolecto no puede hablar (no puede pensar). [157]
la sociedad transforma la diferencia en conflicto … [160]
[Á: ¿por qué?]
¿Qué es un sistema fuerte? Un sistema de lenguaje que puede funcionar en todas las situaciones, y cuya energía permanece, al margen de la mediocridad de los individuos que lo hablan: la estupidez de ciertos marxistas, de ciertos psicoanalistas o de ciertos cristianos no disminuye en nada la fuerza de los sistemas, de los discursos correspondientes.
¿En qué reside la fuerza combativa, la capacidad de dominio de un sistema discursivo, de una Ficción? … Tengo la impresión de que esas armas discursivas son, por lo menos, de tres tipos.
1. Todo sistema fuerte de discurso es una representación (en el sentido teatral: un show), una puesta en escena de argumentos, de agresiones, de réplicas, de fórmulas ...
2 ... existen figuras de sistema, formas parciales del discurso, constituidas para dar al sociolecto una consistencia absoluta, para cerrar el sistema, [162] protegerlo y excluir de él irremediablemente al adversario: por ejemplo, cuando el psicoanalista dice: «El rechazo del psicoanálisis es una resistencia que responde al propio psicoanálisis», se trata de una figura del sistema. En términos generales, las figuras del sistema tratan de incluir al otro en el discurso como simple objeto, para así excluirlo mejor de la comunidad de los individuos que hablan el lenguaje fuerte.
3. Por último, y yendo más lejos, uno puede preguntarse si la frase, como estructura sintáctica prácticamente cerrada, no es ya, en sí misma, un arma, un operador de intimidación: toda frase acabada, por su estructura asertiva, tiene algo imperativo, conminatorio. … ser fuerte es, en primer lugar, acabar las frases. [163]
En efecto, la escritura es lo único que puede asumir el carácter ficcional de las hablas más serias, o sea, de las más violentas, y retornarlas a su distancia teatral; [164]
[Á: reconocer que los lenguajes son ficciones
Á: la seriedad como violencia]
(tan sólo un polvoriento prejuicio nos hace considerar la palabra como una actividad ilusoria, ruidosa y vana, que oponemos a los actos) [225]
[Á: el típico caso, por ejemplo, de considerar que la violencia verbal es “menos grave”, al fin y al cabo, “menos violenta” que la violencia física. De hecho, no considerar “física” a la violencia verbal ya deja entrever toda una percepción de la realidad que subestima o subvalora lo piscológico. Por mi parte, no creo en el binomio físico/no-físico. Para mí, todo es físico]
saber que el sentido de un signo no es, de hecho, sino su traducción a otro signo, lo cual es definir el sentido, no como un significado último, sino como otro nivel de significante [241]
La enunciación no es (desde luego) el enunciado, y tampoco es (proposición más sutil y más revolucionaria) la simple presencia de la subjetividad en el discurso; es el acto, renovado, gracias al cual el locutor toma posesión de la lengua (se la apropia, como dice exactamente Benveniste): el individuo no es anterior al lenguaje; tan sólo se convierte en individuo en cuanto que está hablando; en suma, no hay «sujetos» (y, por lo tanto, tampoco [247] «subjetividad»), no hay más que locutores; es más ―ésta es la incesante insistencia de Benveniste―, no hay más que interlocutores.
… la lingüística de la interlocución; el lenguaje, y, por tanto, el mundo entero, se articula sobre la forma yo/tú. [248]
la obra de Julia Kristeva supone para mí esta advertencia: que avanzamos demasiado lentamente siempre, que perdemos el tiempo «creyendo», es decir, repitiéndonos y regodeándonos
[Á: qué curiosa la expresión "científicamente comprobado", usada para estancar una información como inamovible y acertada, cuando se supone (quién lo supone?) que el motor de "la ciencia" es y siempre ha sido el escepticismo. Sea la bayaspirina o Jesucristo, parece que las personas necesitamos dogmas para (para qué? Quizá simplemente los necesitamos y ya.)]
Ahora bien, las desviaciones (en relación a un código, a una gramática, a una norma) son siempre manifestaciones de la escritura: allí donde hay transgresión de la regla. aparece la escritura [261]
[Á: si hablamos de transgredir, nos referimos a romper: entrar al globo para estirarlo, romperlo, y salir de ahí con aire de gloria, de logro, de yo pude romperlo. ¿Y si probamos con esquivar? Dejar el globo, la regla, ahí, tranquila, y pasarle por al lado. No intentar cambiar el mundo, mucho menos la cursilería de "salvarlo"; construir y habitar el propio.]
Metz escoge la donación; la manera en que trata un problema de lenguaje y/o de cine es generosa siempre: no por la invocación de ideas «humanas», sino por la incesante solicitud de la que rodea al lector, previendo con paciencia su demanda de aclaraciones, que él sabe que en el fondo es siempre una demanda de amor. [264]
[Á: Igual no confundir, que a veces la demanda de aclaraciones puede ser una exigencia de explicaciones, es decir: una violencia de la justificación]
el dogmatismo, la arrogancia, la teología, en resumen, ese monstruo que es el Significado Último. [266]
«¿Por qué se complica todo en cuanto lo tocamos?», dice en algún momento un personaje de Cayrol. [274]
lo que a Michelet le interesa es el predicado, que es lo que se añade al hecho (al «tema»), se diría que para Michelet el discurso no comienza de pleno derecho sino en el atributo; el ser del lenguaje no es lo constatador (lo tético) sino lo apreciativo (lo epitético) … ; para Michelet, los predicados, al no estar sostenidos por el ser del sujeto, pueden ser contradictorios: si un determinado héroe «malo» (Bonaparte) realiza una acción «buena», Michelet se limita a decir que es «inexplicable», y es que la tiranía del predicado arrastra una especie de carencia del sujeto [289]
Hay dos maneras de desmitificar a un gran hombre: rebajarlo como individuo, o disolverlo en una generalidad histórica, convertirlo en el producto determinado de una situación, de un momento, el delegado de una clase. [294]
siempre, en los más grandes, en los más audaces, en los que más nos gustan, hay lugares del discurso perfectamente antipáticos. Aceptarlo es una sabiduría [299]
una palabra maná, una palabra comodín: puede estar vacía, ciertamente, pero, al mismo tiempo, ocupa el mayor espacio; y la justificación de una palabra está menos en su sentido que en el lugar que ocupa, en su relación con las otras palabras. La palabra no vive más que en función de su contexto, y ese contexto ha de entenderse de una manera ilimitada … En definitiva, las palabras nunca mueren, porque no son «seres», sino funciones: simplemente sufren avatares (en sentido propio), reencarnaciones … [300]
Hess habla sin cesar de Alemania. Pero Alemania no es otra cosa en su texto que los propietarios alemanes. Abusivamente se da el Todo por la parte. La sinécdoque es totalitaria: es un abuso de autoridad. … El predicado («alemanes») se convierte en sujeto («los Alemanes») [316]
Al ser el lenguaje general (y, por lo tanto, moral), la literatura está condenada a lo universal ... El problema del escritor es, por el contrario, encontrar una particularidad última a pesar del instrumento general y moral que le ha sido dado. [331]
el tema de la Nostalgia. Una determinada forma del presente aparece despreciada, una determinada forma del pasado, exaltada [342]
Nietzsche: «No hay hechos en sí. Lo que sucede es un grupo de fenómenos escogidos y agrupados por un ser que los interpreta… No hay estado de hecho en sí; por el contrario, primero hay que introducir un sentido incluso antes de que pueda haber un hecho». El saber sería, en definitiva, una ficción interpretativa. [346]
Las palabras-valores (los vocablos) introducen el deseo en el texto (en el tejido de la enunciación) y lo hacen salir de él; el deseo no está en el texto gracias a las palabras que lo «representan», que lo narran, sino gracias a palabras lo bastante destacadas, lo bastante brillantes, triunfantes, para hacerse amar, a la manera de los fetiches. [355]
La perversión, por decirlo así, es el ejercicio de un deseo que no sirve para nada, como el del cuerpo que se entrega al amor sin deseo de procreación. … por un lado está el apetito natural, que pertenece al orden de la necesidad, y, por otro, el apetito de lujo, que pertenece al orden del deseo. … [358] … Sin embargo, sigue intocada la pregunta respecto a por qué el individuo social (al menos en nuestras sociedades) ha de asumir la perversión sexual en un estilo negro, feroz, maldito, como la más dura de las transgresiones, mientras que la perversión gastronómica, descrita por B.-S. (y en su conjunto no vemos cómo podría describirse de otro modo), implica siempre una especie de confesión amable y elegantemente complaciente que jamás se sale del buen tono. [359]
[Á: ¿por qué alguien puede decir con total impunidad y hasta con una simpática aceptación por parte de sus interlocutores (sean estos amistades o familia), que ama las papa fritas con mayonesa (producto biológicamente innecesario), y en cambio seguramente se mantendría receloso y no diría en medio de una velada que le encanta y le excita que le laman los codos (acción también biológicamente innecesaria)? Aunque es cierto que existen algunas “perversiones” (recordar que se refiere a un placer no necesario para la supervivencia; no darle connotaciones negativas o violentas) gastronómicas que no son tan fáciles de confesar y que provocan la sensación de culpa en sus poseyentes. ¿Algún ejemplo? Ahora no se me ocurre ninguno.]
Comer, hablar, cantar (¿añadimos besar?) son operaciones que tienen por origen el mismo lugar del cuerpo: si se corta la lengua se acabó el gusto y se acabó el habla. [366]
[Á: más tierno este Barthes. Sí, añadile besar.]
la estética del cuerpo evocada por B.-S. no es directamente erótica, es pictórica: el principal perjuicio de la obesidad consiste en «rellenar las cavidades que la naturaleza había destinado a producir sombra» [370]
el sueño es un relato desmoronado, hecho de las ruinas de la memoria. B.-S. lo compara a una reminiscencia de melodía, de la que sólo se tocaran algunas notas, sin añadir la armonía. … [375]
hay muy poca analogía entre la lujuria y la gastronomía; entre los dos placeres hay una diferencia capital: el orgasmo ... El placer de la mesa ... no es paroxístico ... ; no hay nada más que una duración; se diría que el único elemento crítico de la alegría gastronómica es su espera … [378]
[Á: el primer bocado. El orgasmo gastronómico debe estar al principio de la comida, durante el primer bocado después de haber esperado y ansiado empezar a comer.]
la comunicación como un goce, y no como una función. [379]
Sísifo no es feliz: está alienado, no por el esfuerzo de su trabajo, ni siquiera por su inutilidad, sino por su repetición. … [401]
[Á: Pero, ¿y si la repetición fuera útil? ¿Si al menos fuera bella? Aunque la belleza parece más importante que la utilidad, depende el día. ¿Qué es esa enfermedad de lo nuevo? ¿Alguien le dice aburrido al planeta porque hace millones de años que está dándole las mismas vueltas al mismo sol?]
dos seres que se amaban sin haber sostenido jamás el discurso (la palabrería) del amor. [403]
palabras gastadas, dudosas a fuerza de haber sido empleadas sin rigor. [404]
[Á: tanto las palabras como las acciones, cuando son repetidas de manera dogmática, impuesta, y posteriormente automáticas, vacías de la emoción que provocaban o que canalizaban inicialmente, se vuelven desagradables, indeseables, y hasta parecen ser las culpables de todo lo que hacen e hicieron sus repetidores.]
La primera sería permitirme expresar a los que amo ... , y sin decirles que los amo (lo cual sería un proyecto exactamente lírico); ... expresar a los que amo es testimoniar que no han vivido (y a menudo sufrido) «en balde» [405]
[Á: no es el sufrimiento en sí lo insoportable, sino su posible sin-sentido. Viktor Frankl (y mucha otra gente, de seguro).]
proclamarse lo que sea es, siempre, hablar bajo la instancia de otro vengador, entrar en su discurso, discutir con él, pedirle una parcela de identidad: «Usted es… Sí, yo soy…». En el fondo, el atributo es lo de menos; lo que la sociedad no toleraría es que uno no sea… nada, o, para ser más precisos, que el algo que uno es se considere abiertamente como pasajero, revocable, insignificante, inesencial, en una palabra: impertinente. [410]
esa forma del silencio que consiste en decir las cosas con sencillez. [410]
[Á: me recuerda la anécdota que cuenta Eduardo Galeano en un entrevista, de la vez que al terminar una conferencia se le acercó un hombre del público y (con cara de enojado) le dijo "qué difícil ha de ser escribir así de sencillo". Un insulto muy halagador.]
no enviscarse en el deseo, sin esquivarlo, sin embargo [414]
[Á: ¿No es esto más zen que las pretensiones ascetas? No la abstinencia (esquivar es una acción que modifica el mundo), sino la paciencia y el traspaso (ser escenario, lo que nos hace escena, la cual nunca tiene el patetismo de los personajes)]
ahí, en la sensación, es donde comienza la dificultad del lenguaje … [422]
la fiesta, es decir, la trascendencia misma del egotismo. [427]
[Á: intentar extender o revolver esto de la fiesta como trascendencia misma del egotismo; la fiesta como cuando finalmente utilizo el yo como posibilidad de encontrarme con un yo en otro, y no como mera ejecución (y hasta alarde, como si fuera algún mérito) de yoidad; la fiesta como la oportunidad para encontrar y/o generar un yo plural (que no sería lo mismo que un nosotrxs, ya que nosotrxs implica la inclusión de varios yo individuales; el yo plural no es la suma de varios yo, los yo individuales se disolvieron y hay solamente un yo (cuestión oximorónica: un yo plural que es individual)).
Qué manera de pavear. ]
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