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La insoportable levedad del ser, por Milan Kundera. Extractos y anotaciones al margen.

Milan Kundera. La Insoportable Levedad del Ser. 2015 (Original: 1984). Traducción: Fernando Valenzuela. Tusquets Editores, Buenos Aires.

¿No se trataba más bien de la histeria de un hombre que en lo más profundo de su alma ha tomado conciencia de su incapacidad de amar y que por eso mismo empieza a fingir amor ante sí mismo? [p13]

Dormir juntos era, en realidad, el corpus delicti del amor. [p19]

Teresa gritaba: “¡Si yo no estoy muerta! ¡Si lo siento todo!”.
“Nosotras también lo sentimos todo”, reían los cadáveres. [p25]

Todos los idiomas derivados del latín forman la palabra “compasión” con el prefijo “com” y la palabra passio, que significaba originalmente “padecimiento”. Esta palabra se traduce a otros idiomas, por ejemplo al checo, al polaco, al alemán, al sueco, mediante un sustantivo compuesto de un prefijo del mismo significado, seguido de la palabra “sentimiento”; en checo: sou-cit; en polaco: wspól-czucie; en alemán: Mit-gefühl; en sueco: med-känsla.
En los idiomas derivados del latín, la palabra “compasión” significa: no podemos mirar impertérritos el sufrimiento del otro; o: participamos de los sentimientos de aquel que sufre. En otra palabra, en la francesa pitié (en la inglesa pity, en la italiana pietà, etc.), que tiene aproximadamente el mismo [p26] significado, se nota incluso cierta indulgencia hacia aquel que sufre. Avoir de la pitié pour une femme significa que nuestra situación es mejor que la de la mujer, que nos inclinamos hacia ella, que nos rebajamos.
Éste es el motivo por el que la palabra “compasión” o “piedad” produce desconfianza; parece que se refiere a un sentimiento malo, secundario, que no tiene mucho en común con el amor. Querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad.
En los idiomas que no forman la palabra “compasión” a partir de la raíz del “padecimiento” (passio), sino del sustantivo “sentimiento”, estas palabras se utilizan aproximadamente en el mismo sentido; sin embargo, es imposible afirmar que se refieran a un sentimiento secundario, malo. El secreto poder de su etimología ilumina la palabra con otra luz y le da un significado más amplio: tener compasión significa saber vivir con otro su desgracia, pero también sentir con él cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, dolor. [27]

No hay nada más pesado que la compasión. Ni siquiera el propio dolor es tan pesado como el dolor sentido con alguien, por alguien, para alguien, multiplicado por la imaginación, prolongado en mil ecos. [p38]

Hace siete años se produjo casualmente en el hospital de la ciudad de Teresa un complicado caso de enfermedad cerebral, a causa del cual llamaron con urgencia a consulta al director del hospital de Tomás. Pero el director tenía casualmente ciática, no podía moverse y envió en su lugar a Tomás a aquel hospital local. En la ciudad había cinco hoteles, pero Tomás fue a parar casualmente justo a aquél donde trabajaba Teresa. Casualmente le sobró un poco de tiempo para ir al restaurante antes de la salida del tren. Teresa casualmente estaba de servicio y casualmente atendió la mesa de Tomás. Hizo falta que se produjeran seis casualidades para empujar a Tomás hacia Teresa, como si él mismo no tuviera ganas. [p42]

Hace mucho tiempo, el hombre oía extrañado el sonido de un golpeteo regular dentro de su pecho y no tenía ni idea de su origen. No podía identificarse con algo tan extraño y desconocido como era el cuerpo. El cuerpo era una jaula y dentro de ella había algo que miraba, escuchaba, temía, pensaba y se extrañaba; ese algo, ese resto que quedaba al sustraerle el cuerpo, eso era el alma.
Hoy, por supuesto, el cuerpo no es desconocido: sabemos que lo que golpea dentro del pecho es el corazón y que la nariz es la terminación de una manguera que sobresale del cuerpo para llevar oxígeno a los pulmones. La cara no es más que una especie de tablero de instrumentos en el que desembocan todos los mecanismos del cuerpo: la digestión, la vista, la audición, la respiración, el pensamiento.
Desde que sabemos denominar todas sus partes, el cuerpo desasosiega menos al hombre. Ahora también sabemos que el alma no es más que la actividad de la materia gris del cerebro. La dualidad entre el cuerpo y el alma ha quedado velada por los términos científicos y podemos reírnos alegremente de ella como de un prejuicio pasado de moda. [46]

Por lo demás es posible que ella fuera efectivamente la culpable del destino de su madre. Ella, es decir, ese absurdo encuentro entre el espermatozoide más varonil y el óvulo más hermoso. En ese instante fatal que se llama Teresa fue dada la señal de partida de la larga carrera de la vida arruinada de la madre. [p49]
[Á: Cada persona como instante fatal, como un asunto estadísticamente (casi) imposible]

Así ocurrió precisamente el día en que encontró por primera vez a Tomás. Iba sorteando a los borrachos en su restaurante, con el cuerpo inclinado bajo el peso de las cervezas que llevaba en la bandeja y el alma estaba en algún lugar del estómago o del páncreas. Y precisamente entonces la llamó Tomás. Aquella llamada fue importante porque provenía de alguien que no conocía ni a su madre ni a los borrachos que diariamente le dirigían los mismos comentarios vulgares. Su condición de forastero lo situaba por encima de los demás.
Y había otra cosa más que lo situaba por encima del resto: tenía en la mesa un libro abierto. En ese restaurante nunca nadie había abierto un libro en la mesa. El libro era para Teresa la contraseña de una hermandad secreta. [p53]
[Á: infantil ilusión (esperanza) de que un gusto en común puede unir a dos personas. ¿Puede? Puede, pero no de la manera irrompible o profundamente íntima en que la esperanza lo desea.
Tom creyéndose cerca de Summer porque también escucha The Smiths.]

Pero ¿un acontecimiento no es tanto más significativo y privilegiado cuantas más casualidades sean necesarias para producirlo?
Sólo la casualidad puede aparecer ante nosotros como un mensaje. Lo que ocurre necesariamente, lo esperado, lo que se repite todos los días, es mudo. Sólo la casualidad nos habla. [p54]
[Á: Este fragmento me recuerda a Barthes. Bien podría haberlo escrito él. Tema aparte: quizá desesperadamante deseamos que la casualidad nos hable, pero en realidad, las cosas que realmente transportan mensajes, son las causales, los eslabones que las personas, conscientemente, fueron poniendo uno tras otro. Las casualidades sólo pueden hablarnos si encontramos las causalidades que las explican, o si tenemos un deseo desesperado que no podemos justificar y queremos que el cosmos nos lo justique]

No es la necesidad, sino la casualidad, la que está llena de encantos. Si el amor debe ser inolvidable, las casualidades deben volar hacia él desde el primer momento, como los pájaros hacia los hombros de san Francisco de Asís. [p55]

Ella había venido a buscarlo para huir del mundo de la madre, donde todos los cuerpos eran iguales. Había venido a buscarlo para que su cuerpo se volviese único e irremplazable. Y ahora él volvía a dibujar el signo de la igualdad entre ella y las otras: a todas las besa igual, las acaricia igual, no hace [p63] ninguna, ninguna, ninguna diferencia entre el cuerpo de Teresa y otros cuerpos. De ese modo la había mandado de vuelta al mundo del que quería escapar. La había mandado a marchar desnuda junto a otras mujeres desnudas. [p64]
[Á: ¿Qué tiene de malo la igualdad? ¿Por qué esa necesidad de sobresalir, o sin sobresalir, aún así, ser persona única?]

El sueño no es sólo un mensaje (eventualmente un mensaje cifrado), sino también una actividad estética, un juego de imaginación que representa un valor en sí mismo. El sueño es una prueba de que la fantasía, la ensoñación referida a lo que no ha sucedido, es una de las más profundas necesidades del hombre. [p64]

¿Qué es el vértigo? ¿El miedo a la caída? Pero ¿por qué también tenemos vértigo en un mirador provisto de una valla segura? El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados. [p65]

Pero es precisamente el débil quien tiene que ser fuerte y saber marcharse cuando el fuerte es demasiado débil para ser capaz de hacerle daño al débil. [p81]

… para Franz el amor significaba la permanente espera de un ataque. [p89]

¿Es que no hay más que un paso de lo ridículo a lo excitante? [p92]

Y puedo decir que aquél era el cauce de Heráclito: “¡No entrarás dos veces en el mismo río!”; el sombrero hongo era el cauce por el que Sabina veía correr cada vez un río distinto, un río semántico distinto: un mismo objeto evocaba cada vez un significado distinto, pero, junto con ese significado, resonaban (como un eco, como una comitiva de ecos) todos los significados anteriores. Cada una de las nuevas vivencias sonaba con un acompañamiento cada vez más rico. [p94]

La belleza como error es la última fase de la historia de la belleza. [p108]

La debilidad de Franz se llama bondad. Franz nunca podría darle órdenes a Sabina. No le mandaría, como en tiempos hizo Tomás, que coloque un espejo en el suelo y ande encima de él desnuda. No es que le falte sensualidad, pero le falta fuerza para mandar. Hay cosas que sólo pueden hacerse con violencia. [p119]

―¿Y por qué no utilizas nunca tu fuerza contra mí?
—Porque amar significa renunciar a la fuerza —dijo Franz con suavidad.
Sabina se dio cuenta de dos cosas: en primer lugar, de que aquella frase era hermosa y cierta. En segundo lugar, de que, al pronunciarla, Franz quedaba descalificado para su vida erótica. [p119]

Para Sabina, vivir en la verdad, no mentirse a uno mismo, ni mentir a los demás, sólo es posible en el supuesto de que vivamos sin público. En cuanto hay alguien que observe nuestra actuación, nos adaptamos, queriendo o sin querer, a los ojos que nos miran y ya nada de lo que hacemos es verdad. Tener público, pensar en el público, eso es vivir en la mentira. [p120]
[Á: ¿Por qué sería una “mentira” cambiar mi comportamiento según me estén viendo o no, y según me vea tal o cual persona? ¿No me “tercerizo” a mí mismo en la soledad, comportándome en solitario según cómo me miro a mí mismo (mirada personal que seguramente está forjada a partir de miradas ajenas que fui recolectando)? ¿No proyecto “cómo quiero ser” e intento alcanzarlo en soledad? Además, querer que otras personas me vean de cierta manera o no me vean de tal otra manera, ¿no es también parte de una verdad, de mis deseos?]

Se miraba e imaginaba qué sucedería si su nariz aumentase un milímetro diario. ¿Cuántos días tardaría su cara en no parecerse a sí misma?
Y si las distintas partes de su cuerpo empezasen a aumentar y disminuir de tamaño hasta que Teresa dejase por completo de parecerse a sí misma, ¿seguiría siendo ella misma, seguiría siendo Teresa?
Claro. Aunque Teresa no se pareciese en nada a Teresa, su alma, dentro, seguiría siendo la misma y lo único que ocurriría es que observaría con asombro lo que le pasaba al cuerpo.
Pero, entonces, ¿qué relación hay entre Teresa y su cuerpo? ¿Tiene su cuerpo algún derecho al nombre de Teresa? Y si no tiene derecho, ¿a qué se refiere el nombre? ¿Sólo a algo incorpóreo, inmaterial?
(Éstas son las preguntas que le dan vueltas en la cabeza a Teresa desde la infancia. Y es que las preguntas verdaderamente serias son aquellas que pueden ser formuladas hasta por un niño. Sólo las preguntas más ingenuas son verdaderamente serias. Son preguntas que no tienen respuesta. Una pregunta que no tiene respuesta es una barrera que no puede atravesarse. Dicho de otro modo: precisamente las preguntas que no tienen respuesta son las que determinan las posibilidades del ser humano, son las que trazan las fronteras de la existencia del hombre.) [p147]

¿Qué es la coquetería? Podría decirse que es un comportamiento que pretende poner en conocimiento de otra persona que un acercamiento sexual es posible, de tal modo que esta posibilidad no aparezca nunca como seguridad. Dicho de otro modo: la coquetería es una promesa de coito sin garantía. [p150] [Á: Agregar a ‘Fragmentos de un Discurso Amoroso’]

Teresa recordó los primeros días de la invasión. La gente quitaba en todas las ciudades las placas con los nombres de [p173] las calles y eliminaba en las carreteras los indicadores en las que figuraban los nombres de las ciudades. El país se volvió anónimo en una sola noche. Siete días deambuló el ejército ruso por el territorio sin saber dónde estaba. Los oficiales buscaban los edificios de los periódicos, de la televisión, de la radio, querían ocuparlos pero no podían encontrarlos. Preguntaban a la gente, pero la gente se encogía de hombros o les daba nombres falsos y direcciones falsas. [p174]
[Á: estrategias sencillas, casi lúdicas, zen, pacíficas y eficaces, en medio de contextos espantosos, violentos. ¿Fue así realmente?]

Estuvo mirando durante mucho tiempo al agua, que allí parecía más triste y oscura, y de pronto vio en medio del río una especie de objeto, un objeto rojo, sí, era un banco. Un banco de madera con las patas de metal, uno de los tantos que se encuentran en los parques praguenses. Navegaba lentamente por el medio del Vltava. Y tras él otro banco. Y otro y otro, y es ahora cuando Teresa se da cuenta de que los bancos de los parques de Praga se van de la ciudad río abajo, son muchos, son cada vez más, flotan en el agua como en otoño las hojas que el agua se lleva del bosque, son rojos, son amarillos, son azules.
Miró a su alrededor como si quisiera preguntarle a la gente qué quería decir aquello. ¿Por qué se van río abajo los bancos de los parques de Praga? [p179]
[Á: De repente es como si entendiera lo que es que te duela Praga.]

Y llegó a la conclusión de que la cuestión fundamental no es: ¿sabían o no sabían?, sino: ¿es inocente el hombre cuando no sabe?, ¿un idiota que ocupa el trono está libre de toda culpa sólo por ser idiota? [p184]

Temo que me daría vergüenza.
―¿Tiene usted una opinión tan elevada de la gente que le rodea como para que le importe lo que vayan a pensar? [p188]
[Á: siempre esa paradoja de la egolatría: menospreciar a las demás personas y sin embargo ser capaz de sentir vergüenza ante ellas.]

Los primeros se alegran de que la inflación de cobardía trivialice su actitud y les devuelva el honor perdido. Los otros ya se han acostumbrado a considerar su honor como un privilegio especial al que no quieren renunciar. Por eso tienen [p190] por los cobardes un amor secreto; sin ellos su coraje se convertiría en un esfuerzo corriente e inútil que no suscitaría la admiración de nadie. [p191]
[Á: ser optimista: pensar que la falta de talento de nosotras las personas mediocres ayuda a enaltecer y valorar los grandes talentos: somos una parte necesaria de la grandeza que nos falta.]

El carácter único del “yo” se esconde precisamente en lo que hay de inimaginable en el hombre. Sólo somos capaces de imaginarnos lo que es igual en todas las personas, lo general. El “yo” individual es aquello que se diferencia de lo general, o sea lo que no puede ser adivinado y calculado de antemano, lo que en el otro es necesario descubrir, desvelar, conquistar. [209]

La chica hablaba de la tormenta, sonreía al recordarla y él [p217] la miraba asombrado y casi sentía vergüenza: ella había vivido algo hermoso y él no lo había vivido con ella. [p218]

No tenía la seguridad de estar actuando correctamente, pero tenía la seguridad de estar actuando tal como quería actuar. [p231]

Los personajes de mi novela son mis propias posibilidades que no se realizaron. Por eso los quiero por igual a todos y todos me producen el mismo pánico: cada uno de ellos ha atravesado una frontera por cuyas proximidades no hice más que pasar. Es precisamente esa frontera (la frontera tras la cual termina mi yo), la que me atrae. Es más allá de ella donde empieza el secreto por el que se interroga la novela. Una novela no es una confesión del autor, sino una investigación sobre lo que es la vida humana dentro de la trampa en que se ha convertido el mundo. Pero basta. Volvamos a Tomás. [p232]

Si la excitación es el mecanismo mediante el cual se divierte nuestro Creador, el amor es, por el contrario, lo que nos pertenece sólo a nosotros y con lo que escapamos al Creador. El amor es nuestra libertad. El amor está al otro lado del “es muss sein!”. [p249]

Tomás piensa: amarrar el amor al sexo ha sido una de las ocurrencias más extravagantes del Creador.
Y después piensa esto también: la única manera de salvar el amor de la estupidez del sexo hubiese sido la de ajustar de otro modo el reloj de nuestra cabeza y excitarnos viendo una golondrina. [p249]
[Á: ¿o hay que salvar al sexo de la estupidez del amor? ¿o se vuelven una estupidez al mezclarse? ¿o ni amor ni sexo son estúpidos sino que nosotras las personas encontramos en alguno de los dos o en ambos la excusa para ventilar nuestras estupideces?]

Franz tiene razón. Estoy pensando en el redactor que organizaba la recogida de firmas para la amnistía de los presos políticos en Praga. Sabía perfectamente que aquello no ayudaría a los presos. El verdadero objetivo no era liberar a los presos, sino demostrar que aún había gente que no tenía miedo. Lo que hacía era teatro. Pero no tenía otra posibilidad. No podía elegir entre actuar o hacer teatro. La disyuntiva era: hacer teatro o no hacer nada. Hay situaciones en las que las personas están condenadas a hacer teatro. Su lucha contra el poder silencioso (el poder silencioso al otro lado del río, la policía convertida en silenciosos micrófonos de pared) es la lucha de un grupo de comediantes peleando contra un ejército. [p280]

Todos necesitamos que alguien nos mire. Sería posible dividirnos en cuatro categorías, según el tipo de mirada bajo la cual queremos vivir.
La primera categoría anhela la mirada de una cantidad infinita de ojos anónimos, o dicho de otro modo, la mirada del público. Ése es el caso del cantante alemán, de la actriz norteamericana y también del redactor de largas barbas. Estaba acostumbrado a sus lectores y, cuando un buen día los rusos cerraron su semanario, tuvo la sensación de que el aire era cien veces más enrarecido. Nadie podía reemplazarle la mirada de los ojos desconocidos. Le pareció que se ahogaba. Entonces fue cuando advirtió que la policía vigilaba todos sus pasos, que oían sus conversaciones por teléfono y que hasta le sacaban en secreto fotos en la calle. ¡De pronto los ojos anónimos estaban otra vez en todas partes y él podía respirar de nuevo! ¡Estaba feliz! Se dirigía con voz teatral a los micrófonos de las paredes. Había encontrado en la policía al público perdido.
La segunda categoría la forman los que necesitan para vivir la mirada de muchos ojos conocidos. Éstos son los incansables organizadores de cócteles y cenas. Son más felices que las personas de la primera categoría, quienes, cuando pierden a su público, tienen la sensación de que en el salón de su vida se ha apagado la luz. A casi todos ellos les sucede esto alguna vez. En cambio, las personas de la segunda categoría siempre consiguen alguna de esas miradas. Entre éstos están Marie-Claude y su hija.
Luego está la tercera categoría, los que necesitan de la mirada de la persona amada. Su situación es igual de peligrosa que la de los de la primera categoría. Alguna vez se cerrarán [p282] los ojos de la persona amada y en el salón se hará la oscuridad. Pertenecen a este grupo Teresa y Tomás.
Y hay también una cuarta categoría, la más preciada, la de quienes viven bajo la mirada imaginaria de personas ausentes. Son los soñadores. Por ejemplo Franz. El único motivo de su viaje hasta la frontera de Camboya fue Sabina. El autobús traquetea por la carretera tailandesa y él siente que su larga mirada se fija en él. [p283]
[Á: las personas no somos sino conventilleras, diría Macedonio.]

¡Quién sabe de qué lejanías habría vuelto! ¡Quién sabe con qué fantasmas habría luchado! [p297]

En el mismo comienzo del Génesis está escrito que Dios creó al hombre para confiarle el dominio sobre los pájaros, los peces y los animales. Claro que el Génesis fue escrito por un hombre y no por un caballo. No hay seguridad alguna de que Dios haya confiado efectivamente al hombre el dominio de otros seres. Más bien parece que el hombre inventó a Dios para convertir en sagrado el dominio sobre la vaca y el caballo, que había usurpado. Sí, el derecho a matar un ciervo o una vaca es lo único en lo que la humanidad coincide fraternalmente, incluso en medio de las guerras más sangrientas.
Ese derecho nos parece evidente porque somos los que nos encontramos en la cima de esa jerarquía. Pero bastaría con que entrara en el juego un tercero, por ejemplo un visitante de otro planeta al que Dios le hubiese dicho: “Dominarás a los seres de todas las demás estrellas”, y toda la evidencia del Génesis se volvería de pronto problemática. Es posible que el hombre uncido a un carro por un marciano, eventualmente asado a la parrilla por un ser de la Vía Láctea, recuerde entonces la chuleta de ternera que estaba acostumbrado a trocear en su plato y le pida disculpas (¡tarde!) a la vaca. [p298]
[Á: que evangelización tan pornográfica en una novela che.]

… no tiene ningún mérito portarse bien con otra persona. Teresa tiene que ser amable con los demás aldeanos porque de otro modo no podría vivir en la aldea. Y hasta con Tomás tiene que comportarse amorosamente, [p301] porque a Tomás lo necesita. Nunca seremos capaces de establecer con seguridad en qué medida nuestras relaciones con los demás son producto de nuestros sentimientos, de nuestro amor, de nuestro desamor, bondad o maldad, y hasta qué punto son el resultado de la relación de fuerzas existente entre ellos y nosotros.
La verdadera bondad del hombre sólo puede manifestarse con absoluta limpieza y libertad en relación con quien no representa fuerza alguna. La verdadera prueba de la moralidad de la humanidad, la más honda (situada a tal profundidad que escapa a nuestra percepción), radica en su relación con aquellos que están a su merced: los animales. Y aquí fue donde se produjo el debacle fundamental del hombre, tan fundamental que de ella se derivan todas las demás. [p302]

Esto sucedió en 1889, cuando Nietzsche se había alejado [p302] ya de la gente. Dicho de otro modo: fue precisamente entonces cuando apareció su enfermedad mental. Pero precisamente por eso me parece que su gesto tiene un sentido más amplio. Nietzsche fue a pedirle disculpas al caballo por Descartes. Su locura (es decir, su ruptura con la humanidad) empieza en el momento en que llora por el caballo. [p303]

… la felicidad es el deseo de repetir. [p311]
[Á: o de no terminar.]

¡Si al menos Tomas no fuera médico! Entonces podría esconderse detrás de alguien. Podría ir al veterinario y pedirle que le pusiera una inyección.
¡Qué terrible es asumir el papel de la muerte! Tomás insistió durante mucho tiempo en que él no le pondría la inyección, en que llamaría al veterinario. Pero después comprendió que podía otorgarle un privilegio que no tiene hombre alguno: la muerte tendrá para él el aspecto de aquellos a quienes quiere. [p312]

La tristeza era la forma y la felicidad, el contenido. [p327]

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