Ray Bradbury. Fahrenheit 451. Traducción: Alfredo Crespo. Original: 1993. Buenos Aires: Debolsillo, 2016.
“tengo diecisiete años y estoy loca. Mi tío dice que ambas cosas van siempre juntas.”
[p17]
“El torrente sanguíneo de aquella mujer era nuevo y parecía haberla cambiado. Sus mejillas estaban muy sonrojadas y sus labios parecían frescos y llenos de color, suaves y tranquilos. Allí había la sangre de otra persona. Si hubiera también la carne, el cerebro y la memoria de otro… Si hubiesen podido llevarse su cerebro a la lavandería, para vaciarle los bolsillos y limpiarlo a fondo, devolviéndolo como nuevo a la mañana siguiente… Si…”
[p26]
“―¿A qué te dedicas? ¿A andar por ahí probándolo todo una vez? ―inquirió Montag.
―A veces, dos.”
[p31]
“―¿Qué llevas ahí?
―Creo que es el último diente de león de este año. Me parecía imposible encontrar uno en el césped, tan avanzada la temporada. ¿No ha oído decir eso de frotárselo contra la barbilla? Mire.
Clarisse se tocó la barbilla con la flor, riendo.
―¿Para qué?
―Si deja seña, significa que estoy enamorada. ¿Me ha ensuciado?
Él sólo fue capaz de mirar.
―¿Qué? ―preguntó ella.
―Te has manchado de amarillo.
―¡Estupendo! Probemos ahora con usted.
―Conmigo no dará resultado.
―Venga. ―Antes de que Montag hubiese podido moverse, la muchacha le puso el diente de león bajo la barbilla. Él se echó hacia atrás y ella rió―. ¡Estése quieto!
Atisbó bajo la barbilla de él y frunció el ceño.
―¿Qué? ―dijo Montag.
―¡Qué vergüenza! No está enamorado de nadie.
―¡Sí que lo estoy!
―Pues no aparece ninguna señal.
―¡Estoy muy enamorado! ―Montag trató de evocar un rostro que encajara con sus palabras, pero no lo encontró―. ¡Sí que lo estoy!
―¡Oh, por favor, no me mire de esta manera!
―Es el diente de león ―replicó él―. Lo has gastado todo contigo. Por eso no ha dado resultado en mí.”
[p32]
“Quieren saber lo que hago a cada momento. Yo les digo que a veces me limito a estar sentada y a pensar. Pero no quiero decirles sobre qué. Echarían a correr. Y, a veces, les digo, me gusta echar la cabeza hacia atrás, así, y dejar que la lluvia caiga en mi boca.”
[p33]
“Eres extraña, eres irritante y, sin embargo, es fácil perdonarte.”
[p33]
“¿Cómo empezó eso? ¿Cómo intervino usted? ¿Cómo escogió su trabajo y cómo se le ocurrió buscar el empleo que tiene? Usted no es como los demás. He visto a unos cuantos. Lo sé. Cuando hablo, usted me mira. Anoche, cuando dije algo sobre la luna, usted la miró. Los otros nunca harían eso. Los otros se alejarían, dejándome con la palabra en la boca. O me amenazarían. Nadie tiene ya tiempo para nadie. Usted es uno de los pocos [p33] que congenian conmigo. Por eso pienso que es tan extraño que usted sea bombero. Porque la verdad es que no parece un trabajo indicado para usted.”
[p34]
“Olvídate de ello. Ése no quiere ni odia. Simplemente, ‘funciona’”.
[p36]
“―Estaba pensando ―dijo Montag― en qué estará pensando el Sabueso Mecánico ahí abajo, toda la noche. ¿Está vivo de veras? Me produce escalofríos.
―Él no piensa nada que no deseemos que piense.
―Es una pena ―dijo Montag con voz queda ―, porque lo único que ponemos en su cerebro es cacería, búsqueda y matanza. ¡Qué vergüenza que solamente haya de conocer eso!”
[p37]
“por encima de todo ―prosiguió diciendo Clarisse―, me gusta observar a la gente. A veces, me paso el día entero en el ‘Metro’, y los contemplo y los escucho. Sólo deseo saber qué son, qué desean y adónde van.”
[p40]
[Á: ¿Existen las personas de los libros? Nos inspiran personajes y autores que se atrevieron a hacer, vivir, disfrutar y sufrir las cosas que sus escritores nunca lograron. ¿Eso significa algo?]
“Tiene que haber algo en los libros, cosas que no podemos imaginar para hacer que una mujer permanezca en una casa que arde. Ahí tiene que haber algo. Uno no se sacrifica por nada.”
[p61]
“¿cómo puedo dejarme tranquilo a mí mismo? No necesitamos que nos dejen tranquilos. De cuando en cuando, precisamos estar seriamente preocupados. ¿Cuánto tiempo hace que no has tenido una verdadera preocupación? ¿Por algo importante, por algo real?”
[p62]
[Á: Gemebundo (que gime profundamente) es una palabra bastante desagradable. Hay que tener demasiado talento para usarla]
“―El cierre de cremallera desplaza al botón y el hom[p65]bre ya no dispone de todo ese tiempo para pensar mientras se viste, una hora filosófica y, por lo tanto, una hora de melancolía.”
[p66]
[Á: Vestirse, mirarse al espejo, inspeccionarse la frente, los cachetes, la barbilla, asearse un poco, prepararse con tiempo, parar a desayunar, y recién entonces, comenzar el día. Tan distinto, tan mucho más uno mismo y uno ahora, que levantarse a las apuradas, con cinco minutos para llegar al trabajo, pensando sólo en eso, en llegar ahí, en estar ahí, y olvidándose todo lo otro. Una vez que llegamos ahí, a tiempo o cinco minutos tarde, ¿queda alguna otra cosa que hacer en el día?]
“No hubo ningún dictado, ni declaración, ni censura, no. La tecnología, la explotación de las masas y la presión de las minorías produjo el fenómeno…”
[p67]
“Ella no quería saber cómo se hacía algo sino por qué. Esto puede resultar embarazoso. Se pregunta el porqué de una serie de cosas y se termina sintiéndose muy desdichado. Lo mejor que podía pasarle a la pobre chica era morirse.”
[p70]
“Dale a la gente concursos que puedan ganar recordando la letra de las canciones más populares, o los nombres de las capitales de Estado o cuánto maíz produjo Iowa el año pasado. Atibórralo de datos no combustibles, lánzales encima tantos «hechos» que se sientan abrumados, pero totalmente al día en cuanto a información. Entonces, tendrán la sensación de que piensan, tendrán la impresión de que se mueven sin moverse. Y serán felices, porque los hechos de esta naturaleza no cambian. No les des ninguna materia delicada como Filosofía o la Sociología para que empiecen a atar cabos. Por ese camino, se encuentra la melancolía. Cualquier hombre que pueda desmontar un mural de televisión y volver a armarlo luego, y, en la actualidad, la mayoría de los hombres pueden hacerlo, es más feliz que cualquier otro que trate de medir, calibrar y sopesar el Universo, que no puede ser medido ni sopesado sin que un hombre se sienta bestial y solitario. Lo sé, lo he intentado. [71]
“…somos los Guardianes de la Felicidad. Nos enfrentamos con la pequeña marea de quienes desean que todos se sientan desdichados con teorías y pensamientos contradictorios. Tenemos nuestros dedos en el dique. Hay que aguantar firme. No permitir que el torrente de melancolía y la funesta Filosofía ahoguen nuestro mundo.”
[p71]
“…los libros no dicen nada. Nada que pueda enseñarse o creerse. Hablan de gente que no existe, de entes imaginarios, si se trata de novelas. Y si no lo son, aún peor: un profesor que llama idiota a otro, un filósofo que critica al de más allá. Y todos arman jaleo, apagan las estrellas y extinguen el sol. Uno acaba por perderse.”
[p72]
“Nada de porches delanteros. Mi tío dice que antes solía haberlos. Y la gente, a veces, se sentaba por las noches en ellos, charlando cuando así lo deseaba, meciéndose y guardando silencio si no quería hablar. Otras veces, permanecían allí sentados, meditando sobre las cosas. Mi tío dice que los arquitectos prescindieron de los porches frontales porque estéticamente no resultaban. Pero mi tío asegura que éste fue sólo un pretexto. El verdadero motivo, el motivo oculto, pudiera ser que no querían que la gente se sentara de esta manera, sin hacer nada, meciéndose y hablando. Éste era el aspecto malo de la vida social. La gente hablaba demasiado. Y tenía tiempo para pensar. Entonces, eliminaron los porches. Y también los jardines. Ya no más jardines donde poder acomodarse. Y fíjese el mobiliario. Ya no hay mecedoras. Resultan demasiado cómodas. Lo que conviene es que la gente se levante y ande por ahí.”
[p73]
[Á: y A. alguna vez cuestionó la expresión “sentarse a pensar”, diciendo que uno piensa para no solucionar de verdad las cosas. Pero ese “sentarse” no implicará detenerse, hacer una pausa necesaria para mirar la fotografía, para analizar, y retomar el movimiento de la manera más correcta?]
“No podemos determinar el momento concreto en que nace la amistad. Como al llenar un recipiente gota a gota, hay una gota final que lo hace desbordarse, del mismo modo, en una serie de gentilezas hay una final que acelera los latidos del corazón.”
[p81]
“No es libros lo que usted necesita, sino algunas de las cosas que en un tiempo estuvieron en los libros. El mismo detalle infinito y las mismas enseñanzas podrían ser proyectados a través de radios y televisores, pero no lo son. No, no: no son los libros lo que usted está buscando. Búsquelo donde pueda encontrarlo, en viejos discos, en viejas películas y en viejos amigos; búsquelo en la Naturaleza y búsquelo por sí mismo. Los libros sólo eran un tipo de receptáculo donde almacenábamos una serie de cosas que temíamos olvidar. No hay nada mágico en ellos. La magia sólo está en lo que dicen los libros, en cómo unían los diversos aspectos del Universo hasta formar un conjunto para nosotros.”
[p92]
“Vivimos en una época en que las flores tratan de vivir de flores, en lugar de crecer gracias a la lluvia y al negro estiércol.”
[p93]
Y no espere ser salvado por alguna cosa, persona, máquina o biblioteca. Realice su propia labor salvadora, y si se ahoga, muera, por lo menos, sabiendo que se dirigía a la playa.
[p96]
“―¡Al diablo la teoría! ―dijo Montag―. Esto es poesía.”
[p108]
“―Váyase a casa. ―Montag fijó los ojos en ella, serenamente ―. Váyase a casa y piense en su primer marido divorciado, en su segundo marido muerto en un reactor y en su tercer esposo destrozándose el cerebro. Váyase a casa y piense en eso, y en su maldita cesárea también y en sus hijos, que la odian profundamente. Váyanse a casa y piensen en cómo ha sucedido todo y en si han hecho alguna vez algo para impedirlo. ¡A casa, a casa! ―vociferó Montag ...
[p112]
“Sólo deseaba saber que en el mundo había un hombre como Faber.”
[p136]
“Sí, eso creo, aunque sea lo único que crea. Tenía que suceder. Desde hace mucho tiempo sentía que algo se preparaba en mi interior, y yo andaba por ahí haciendo una cosa y sintiendo otra.”
[p142]
“Después de mucho tiempo de flotar en el río, Montag supo por qué nunca más volvería a quemar algo.”
[p151]
“Y se sorprendió de saber cuán seguro se sentía de repente de un hecho que le era imposible probar.”
[p156]
“Lo más importante que debíamos meternos en la cabeza es que no somos importantes, que no debemos de ser pedantes.”
[p163]
“Se oyó un chillido estridente, y los reactores de la ciudad pasaron sobre sus cabezas mucho antes de que los hombres levantaran la mirada, Montag se volvió para observar la ciudad, muy lejos, junto al río, convertida sólo en un débil resplandor.
―Mi esposa está allí. [p165]
―Lo siento. A las ciudades no les van a ir bien las cosas en los próximos días ―dijo Granger.
―Es extraño, no la hecho en falta, apenas tengo sensación ―dijo Montag―. Incluso aunque ella muriera, me he dado cuenta hace un momento, no creo que me sintiera triste. Eso no está bien. Algo debe de ocurrirme.
―Escuche ―dijo Granger, cogiéndole por un brazo y andando a su lado, mientras aparaba los arbustos para dejarle pasar―. Cuando era niño, mi abuelo murió. Era escultor. También era un hombre muy bueno, tenía mucho amor que dar al mundo, y ayudó a eliminar la miseria en nuestra ciudad; y construía juguetes para nosotros, y se dedicó a mil actividades durante su vida; siempre tenía las manos ocupadas. Y cuando murió, de pronto me di cuenta de que no lloraba por él, sino por las cosas que hacía. Lloraba porque nunca más volvería a hacerlas, nunca más volvería a labrar otro pedazo de madera y no nos ayudaría a criar pichones en el patio, no tocaría el violín como él sabía hacerlo, ni nos contaría chistes. Formaba parte de nosotros, cuando murió, todas las actividades se interrumpieron, y nadie era capaz de hacerlas como él. Era individualista. Era un hombre importante. Nunca me he sobrepuesto a su muerte. A menudo pienso en las tallas maravillosas que nunca han cobrado forma a causa de su muerte. Cuántos chistes faltan al mundo, y cuántos pichones no han sido tocados por sus manos. Configuró el mundo, hizo cosas en su beneficio. La noche en que falleció, el mundo sufrió una pérdida de diez millones de buenas acciones.
Montag anduvo en silencio.
―Millie, Millie ―murmuró―. Millie.
—¿Qué?
―Mi esposa, mi esposa. ¡Pobre Millie, pobre Millie! No puedo recordar nada. Pienso en sus manos, pero no las veo realizar ninguna acción. Permanecen colgando fláccidamente a sus lados, o están en su regazo, o hay un cigarrillo en ellas. Pero eso es todo.
Montag se volvió a mirar hacia atrás. [p166]
«¿Qué diste a la ciudad, Montag?»
«Ceniza.»
«¿Qué se dieron los otros mutuamente?»
«Nada.»
Granger permaneció con Montag, mirando hacia atrás.
―Cuando muere, todo el mundo debe dejar algo detrás, decía mi abuelo. Un hijo, un libro, un cuadro, una casa, una pared levantada o un par de zapatos. O un jardín plantado. Algo que tu mano tocara de un modo especial, de modo que tu alma tenga algún sitio a donde ir cuando tú mueras, y cuando la gente mire ese árbol, o esa flor, que tú plantaste, tú estarás allí. «No importa lo que hagas ―decía―, en tanto que cambies algo respecto a como era antes de tocarlo, convirtiéndolo en algo que sea como tú después de que separes de ellos tus manos. La diferencia entre el hombre que se limita a cortar el césped y un auténtico jardinero está en el tacto. El cortador de césped igual podría no haber estado allí, el jardinero estará allí para siempre.»
Granger movió una mano.
―Mi abuelo me enseñó una vez, hace cincuenta años, unas películas tomadas desde cohetes. ¿Ha visto alguna vez el hongo de una bomba atómica desde trescientos kilómetros de altura? Es una cabeza de alfiler, no es nada. Y a su alrededor, la soledad.
»Mi abuelo pasó una docena de veces la película tomada desde el cohete, y, después manifestó su esperanza de que algún día nuestras ciudades se abrirán para dejar entrar más verdor, más campiña, más Naturaleza, que recordara a la gente que sólo disponemos de un espacio muy pequeño en la Tierra y que sobreviviremos en ese vacío que puede recuperar lo que ha dado, con tanta facilidad como echarnos el aliento a la cara o enviarnos el mar para que nos diga que no somos tan importantes.
»Cuando en la oscuridad olvidamos lo cerca que estamos del vacío ―decía mi abuelo―, algún día se presentará y se apoderará de nosotros, porque habremos [p167] olvidado lo terrible y real que puede ser.» ¿Se da cuenta? ―Granger se volvió hacia Montag―. El abuelo lleva muchos años muertos, pero si me levantara el cráneo, ¡por Dios!, en las circunvoluciones de mi cerebro encontraría las claras huellas de sus dedos. Él me tocó. Como he dicho antes, era escultor. «Detesto a un romano llamado Statu Quo», me dijo. «Llena tus ojos de ilusión ―decía―. Vive como si fueras a morir dentro de diez segundos. Ve al mundo. Es más fantástico que cualquier sueño real o imaginario. No pidas garantías, no pidas seguridad. Nunca ha existido algo así. Y, si existiera, estaría emparentado con el gran perezoso que cuelga boca abajo de un árbol, y todos y cada uno de los días empleando la vida en dormir. Al diablo con eso ―dijo― sacude el árbol y haz que el gran perezoso caiga sobre su trasero.»
―¡Mire! ―exclamó Montag.
Y la guerra empezó y terminó en aquel instante.”
[p168]
“…el autobús de las cinco de la madrugada estaba en camino de una desolación a otra.”
[p169]
“Hoy empezaremos a andar y a ver mundo, y a observar cómo la gente anda por ahí y habla, el verdadero aspecto que tiene. Quiero verlo todo. Y aunque nada de ello sea yo cuando entren, al cabo de un tiempo, todo se reunirá en mi interior, y será yo. Fíjate en el mundo, Dios mío, Dios mío. Fíjate en ese mundo, fuera de mí, más allá de mi rostro, y el único medio de tocarlo verdaderamente es ponerlo allí donde por fin sea yo, donde estén la sangre, donde recorra mi cuerpo cien mil veces al día. Me apoderaré de ella de manera que nunca podrá escapar. Algún día, me aferraré con fuerza al mundo. Ahora, tengo un dedo apoyado en él. Es un principio.”
[p172]
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