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El paraíso imperfecto, por Augusto Monterroso. Extractos y comentarios al margen.

De acuerdo con esa memorable legislación, a los enfermos graves se les concedían veinticuatro horas para poner en orden sus papeles y morirse; pero si en este tiempo tenían suerte y lograban contagiar a la familia, obtenían tantos plazos de un mes como parientes fueran contaminados. Las víctimas de enfermedades leves y los simplemente indispuestos merecían el desprecio de la patria y, en la calle, cualquiera podía escupirles el rostro. Por primera vez en la historia fue reconocida la importancia de los médicos (hubo varios candidatos al premio Nobel) que no curaban a nadie. [18] Fallecer se convirtió en ejemplo del más exaltado patriotismo, no sólo en el orden nacional, sino en el más glorioso, en el continental. [19]

… la primavera que sólo vio a través de otros ... [36]

Al principio la Fe movía montañas sólo cuando era absolutamente necesario, con lo que el paisaje permanecía igual a sí mismo durante milenios.
Pero cuando la Fe comenzó a propagarse y a la gente le pareció divertida la idea de mover montañas, éstas no hacían sino cambiar de sitio, y cada vez era más difícil encontrarlas en el lugar en que uno las había dejado la noche anterior; cosa que por supuesto creaba más dificultades que las que resolvía.
La buena gente prefirió entonces abandonar la Fe y ahora las montañas permanecen por lo general en su sitio. [45]

En un lejano país existió hace muchos años una Oveja negra.
Fue fusilada.
Un siglo después, el rebaño arrepentido le levantó una estatua ecuestre que quedó muy bien en el parque.
Así, en lo sucesivo, cada vez que aparecían ovejas negras eran rápidamente pasadas por las armas para que las futuras generaciones de ovejas comunes y corrientes pudieran ejercitarse también en la escultura. [47]

¿Por qué será tan atractivo ―pensaba el Mono en otra ocasión, cuando le dio por la literatura― y al mismo tiempo como tan sin gracia ese tema del escritor que no escribe, o el del que se pasa la vida preparándose para producir una obra maestra y poco a poco va convirtiéndose en mero lector mecánico de libros cada vez más importantes pero que en realidad no le interesan, o el socorrido (el más universal) del que cuando ha perfeccionado un estilo se encuentra con que no tiene nada que decir, o el del que entre más inteligente es, menos escribe, en tanto que a su alrededor otros quizá no tan inteligentes como él y a quienes él conoce y desprecia un poco publican obras que todo el mundo comenta y que en efecto a veces son hasta buenas, o el del que en alguna forma ha logrado fama de inteligente y se tortura pensando que sus amigos esperan de él que escriba algo, y lo hace, con el único resultado de que sus amigos empiezan a sospechar de su inteligencia y de vez en cuando se suicida, o el del tonto que se cree inteligente y escribe cosas tan inteligentes que los inteligentes se admiran, o el del que ni es inteligente ni tonto ni escribe ni nadie conoce ni existe ni nada? [55]

Tirada en el campo estaba desde hacía tiempo una Flauta que ya nadie tocaba, hasta que un día un Burro que paseaba por ahí resopló fuerte sobre ella haciéndola producir el sonido más dulce de su vida, es decir, de la vida del Burro y de la Flauta.
Incapaces de comprender lo que había pasado, pues la racionalidad no era su fuerte y ambos creían en la racionalidad, se separaron presurosos, avergonzados de lo mejor que el uno y el otro habían hecho durante su triste existencia. [56]

Y en cuanto pudo lo besó y lo cercó y lo llevó a donde quiso y le presentó a sus amigos y lo emborrachó y esa misma noche, cuando aún no sabían ni sus apellidos y cuando como a las tres y media de la mañana ni siquiera podía decirse que hubieran acabado de entrar en su departamento ―el de ella―, sin darle tiempo a defenderse aunque fuera para despistar, lo arrastró hasta su cama y lo poseyó en tal forma que cuando él se dio cuenta de que ella era virgen apenas se extrañó, no obstante que ella lo dirigió todo, como ese y el segundo, el tercero y el cuarto año de casados, sin que por otra parte pudiera afirmarse que ella tuviera nada, ni belleza, ni talento, ni dinero; nada, únicamente aquello. [69]

[Á: la importancia de aquello]

«Los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican el número de los hombres». [78]
[Á: Monterroso cita a alguien. ¿A quién? ¿A Borges?]

Cualquiera puede permitirse imitar impunemente a Conrad, a Greene, a Durrell; no a Joyce, no a Borges. Resulta demasiado fácil y demasiado evidente. [79]

… o lo que él llamaba palindroma de palindroma:
Somos seres sosos, Ada; sosos seres somos,
en el que cada palabra es también palindroma; o el palindroma ad infinitum:
O sale el as o… el as sale… o sal el as … o; [87]

Mientras consume su cuota de vida, ¿cuántas verdades elude el ser humano? Entre éstas, ¿no es la de su cobardía una de las más constantes? ¿A cuántos sofismas acudes diariamente para ocultarte que eres un cobarde? Yo soy un cobarde. [95]

[Á: Ejercicio: intentar recordar cuándo fue la última vez que fui valiente. Valiente en serio; es decir: poner el cuerpo con miedo pero con seguridad. Creo que nunca lo hice.]

¡Qué increíble cantidad de poesía, qué cantidad de novelas, cuántas soluciones sociológicas para los males del mundo! Se supone que la poesía se escribe para enriquecer el espíritu; que las novelas han sido concebidas, cuanto menos, para la distracción; y aun, con optimismo, que las soluciones sociológicas se encaminan a solucionar algo. Viéndolo con calma, me di cuenta de que en su mayor parte la primera, o sea la poesía, era capaz de empobrecer al espíritu más rico, las segundas de aburrir al más alegre y las terceras de embrollar al más lúcido. [95]

Dijo Eduardo Torres: «El hombre no se conforma con ser el animal más estúpido de la Creación; encima se permite el lujo de ser el único ridículo». [100]

… en las oficinas … después de cada hora viene otra … [101]

… su lindo cerebro vacío pero por supuesto feliz. [108]

Por más inmortales que lleguen a ser, es evidente que los escritores, los artistas y, si hay que forzar las cosas, las [151] personas en general, se mueren. [152]

Para un latinoamericano que un día será escritor las tres cosas más importantes del mundo son: las nubes, escribir y, mientras puede, esconder lo que escribe. [158]

No tiene otro origen nuestra neurosis: queremos fama. Cualquier acusación de vanidad por desear esto es sólo signo de la hipocresía de la sociedad en que vivimos, en la cual desear el aplauso vendría a ser malo, y uno sólo debería hacer cosas pequeñas, mezquinas, que pasen inadvertidas, por temor a «llamar la atención». [185]

[Á: Macedonio diciendo que todo lo que se hizo en la historia fue para que se nos note el existir; las personas somos conventilleras.]

Uno es dos: el escritor que escribe (que puede ser malo) y el escritor que corrige (que debe ser bueno). A veces de los dos no se hace uno. Y es mejor todavía ser tres, si el tercero es el que tacha sin siquiera corregir. [187]

… Me he limitado a buscar todos mis placeres en mi interior, es decir en el exclusivo ejercicio de mi inteligencia. [204] [Á: Acá cita a Nicolás Sebastián Roch. Creo.]

Venir a este mundo al lado de una mata de plátano o a la sombra de una encina puede resultar tan bueno o tan malo como hacerlo en medio de un prado, en la pampa o en la estepa, en una aldea perdida de provincia o en una gran capital. El pequeño mundo que uno encuentra al nacer es igual en cualquier parte en que se nazca: sólo se amplía si uno logra irse a tiempo de donde tiene que irse, físicamente o con la imaginación. [213]

Los libros de historia suelen señalar que cuando Hernán Cortés y sus conquistadores invadieron México, los indígenas pensaban que el jinete y el caballo eran el mismo animal. Así era. [216]

… por haber perdido descuidadamente una vaca siendo un muchacho, Arquíloco de Paros se convirtió hace veintisiete siglos en el primer poeta lírico de la literatura occidental, gracias a la lira que unas mujeres compasivas le obsequiaron para consolarlo de su pérdida. [228]

[Á: Una vaca inventó la poesía griega. O una ausencia.]

El paraíso imperfecto. Augusto Monterroso (1921-2003). Buenos Aires: Editorial Debolsillo. 2013.

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