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Prohibido suicidarse en primavera. Alejandro Casona. Extractos y comentarios al margen.

Alejandro Casona. Prohibido Suicidarse en Primavera (1937). Salim Ediciones 2016.

“¡Ah, morir es hermoso, pero matarse!...”
[p14]

“DAMA: ¿Otro desesperado? ¡Qué pena, tan joven…! ¿Algún desengaño de amor?
DOCTOR: Así parece.
DAMA: ¡Pero si es un niño! De todos modos, dichoso él. ¡Si yo tuviera al menos una historia de amor para recordar! (Sale.)
HANS: Y así todos. Mucho llanto, mucha tristeza poética; pero matar no se mata ninguno.
DOCTOR: Esperemos, Hans.”
[p16]

“Pero yo, que he vivido siempre sola, ¡no quería morir sola también! ¿Lo entiende ahora? Pensé que en este refugio encontraría otros desdichados dispuestos a morir, y que alguno me tendería su mano… Y llegué a soñar felizmente con esta locura de morir abrazada a alguien; de entrar al fin en una vida nueva por un compañero de viaje.”
[p19]

“Entonces comprendí mi tremenda equivocación; venía huyendo de la soledad… y la muerte es la soledad absoluta.”
[p19]

“FERNANDO: ¿Tierra firme? [p20]
CHOLE: ¡Y qué tierra! Montañas con sol y nieve, un lago, un hotel confortable, ¡y nosotros! Mira qué nombres tan bonitos: “Galería del silencio”… “Jardín de la Meditación”… Y en el parque, ¿has visto? “Sauce de los enamorados”, con cuerdas colgadas… para lo columpios. Dame las gracias ahora mismo, Fernando.
FERNANDO: Gracias, Chole… ¡Qué aspecto extraño tiene todo esto!
CHOLE: ¡Encantador!
FERNANDO: Encantador, pero extraño. Seguramente uno de esos paradores de turismo para ingleses y enamorados.
CHOLE: Lo que nos hacía falta. ¡Ay, qué vacaciones, Fernando! ¿Ves? Siempre debías dejarme conducir a mí. Te vuelves de espaldas a los mapas, te metes por las carreteras por donde no va nadie, cierras los ojos en los cruces apretando el acelerador… y siempre sales a algún sitio inesperado y maravilloso. La primera vez que me dejaste al volante descubrimos así unas ruinas góticas, ¿te acuerdas? La segunda…
FERNANDO: La segunda nos fuimos contra un castaño de Indias.
CHOLE: Pero no se destrozó más que el coche. ¿Y aquella cabaña de pescadores donde nos recogieron? ¿Y aquella herida, tan bonita, que te hiciste en el hombro? ¡Qué bien te sentaba aquel gesto triste, Fernando! No te lo había visto nunca. ¿Dónde fue?
FERNANDO: En una costa: el Cantábrico… el Báltico… Ya no me acuerdo.
CHOLE: Yo tampoco; pero era un mar auténtico; sin bañistas, sin casino. ¡Con unos hombres rubios y grandes, que [p21] cantaban a coro! Y ahora, ¿qué me dices ahora? ¿He sido un buen timonel?
FERNANDO: ¡Magnífico!
CHOLE: Me dijiste: tenemos una semana de vacaciones en el periódico; vámonos a guarecer nuestro amor en cualquier rincón tranquilo y feliz… Aquí lo tienes.
FERNANDO: Decididamente, ¿nos quedamos aquí?
CHOLE: ¿Dónde mejor? Además, no podríamos seguir aunque quisiéramos. ¡Si todo ha sido providencial en este viaje! Tomé esta carretera porque no figura en la guía; justo al llegar se nos acabó la gasolina. Y en cuanto descendimos saltó una alondra a la derecha. ¡Buen augurio!
FERNANDO: Así sea. Pero ¿es que no hay nadie en este hotel? (Llamando a gritos hacia un lado) ¡Oooh! (Pausa.)
CHOLE: (Hacia el otro.) ¡Oooh! (Pausa.)
FERNANDO: Nadie.
CHOLE: Mejor. ¡La montaña y nosotros! ¿Qué más nos hace falta? (Solemne.) En nombre de España, tomamos posesión de esta isla desierta. ¡Hurra, capitán!
FERNANDO: ¡Hurra timonel!
CHOLE: (Abriendo los brazos.) ¿Cómo llamaremos a este rincón feliz?
FERNANDO: ¿Cómo se llaman todos los rincones de la tierra donde estemos tú y yo?
CHOLE: ¡El paraíso!”
[p22] 

“DOCTOR: (Los mira entre severo y sonriente.) ¿Me perdonarían ustedes si les advierto que como todos los seres felices… y como todos los periodistas, son ustedes un poco impertinentes?”
[p26]

“DOCTOR: (Con una sonrisa de simpatía) Está bien, veamos. ¿Son ustedes, en efecto, una pareja feliz?
FERNANDO: (Posando la mano sobre el hombro de ella.) ¡Como no ha habido otra!
DOCTOR: ¿Enfermedad?
CHOLE: Ninguna.
DOCTOR: ¿Problemas espirituales?
FERNANDO: No existen.
DOCTOR: ¿Amor?
CHOLE: ¡Torrencial!
DOCTOR: ¿Dificultades materiales?
FERNANDO: ¿Nosotros? A nosotros nos deja usted esta noche en una selva del centro de África, y mañana por la mañana tomamos café con leche.”
[p27]

“¡Esa chiquilla, siempre sola, que da las gracias a todo lo que es hermoso, como si fuera un regalo!”
[p45] [Á: me recuerda ... ]

“La vida no es solamente un derecho. Es, sobre todo, un deber.”
[p47]
[Á: Interesante tesis para jugar a la filosofía un ratito. Pero obviamente no es ninguna de las dos.]

“DOCTOR: No parece muy feliz con su día de campo.
FERNANDO: Decididamente soy un salvaje urbano.
DOCTOR: Ese aire cargado de manzanillas, ese bosque de abetos, esas crestas de nieve, ¿no le han dicho nada?
FERNANDO: Nada. Es lo mismo que le ha ocurrido a ese monte el año anterior y el otro, y hace cuarenta siglos. Ni un atrevimiento, ni una originalidad. El crepúsculo, la primavera, la caída de las hojas… ¡Siempre los mismos trucos!
DOCTOR: A usted le gustaría una naturaleza anárquica, llena de sorpresas.”
[p51]

“Exactamente. ¿Por qué se ríe usted? Nadie se había reído nunca aquí. La señorita Chole se ha estado riendo también toda la mañana. Y todo se contagia: al profesor de Filosofía yo lo he sorprendido anoche silbando el Danubio Azul. ¿A dónde vamos a parar?”
[p53]

“AMANTE: Cora buscaba conmigo el paisaje; el gesto y la canción de las razas. Una noche, en Atenas…
CORA: ¡Atenas! También recuerdo yo Atenas. Es viniendo de Montevideo, ¿no?
AMANTE: A veces, sí.”
[p58]

“Ayer me han hablado del Hospital General. ¡Aquello sí que está bien organizado! Allí se muere la gente todos los días como Dios manda, sin literatura.”
[p73]
[Á: estos son diálogos que me habría gustado haber escrito]

“CORA: ¿Por qué estás temblando? ¿Te doy miedo? Ay, qué pobre muchacho eres, mi héroe, mi poeta… mi pobre poeta pequeño. ¿Estás triste? Yo te imaginaba vibrante, apasionado… ¡Subiéndote por las paredes al verme, arrancando las retamas al correr, saltándome a los hombros!...
AMANTE: Tú te imaginabas un cruce de jabalí y orangután.
CORA: Algo así. Pero no importa. No estés triste tú, mi jilguero mojado, mi poeta de bolsillo. Te quiero como eres: pequeño, acobardado, soñador… ¿Por qué has leído tanto, pobrecito mío? Tú no sabes cómo debilita eso… No lo volverás a hacer, ¿verdad? (Voluble, persiguiendo sus propias palabras por la escena.) ¡Ahora vamos a vivir!, a correr el mundo juntos, ¡abrazados!”
[p75]

“Cuando un profesor de filosofía se arriesga a suspirar, está perdido.” [p82]

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