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Alicia en el País de las Maravillas. Lewis Carroll. Extractos y comentarios al margen.

Lewis Carroll.
Alicia en el País de las Maravillas.
Antes de 1886.
2016 Salim.

“O el pozo era en verdad muy profundo, o ella caía muy despacio.”
[p26]

“Intentó imaginar qué ocurría con la llama de una vela cuando la vela estaba apagada, pues no podía recordar haber visto nunca una cosa así.” [p31]

“Dio un pequeño mordisco y se preguntó nerviosísima a sí misma: “¿Hacia dónde?, ¿hacia dónde?”. Al mismo tiempo se llevó una mano a la cabeza para notar en qué dirección se iniciaba el cambio, y quedó muy sorprendida al advertir que seguía con el mismo tamaño. En realidad, esto es lo que sucede normalmente cuando se da un mordisco a una torta, pero Alicia estaba ya tan acostumbrada a que todo lo que le sucedía fuera extraordinario, que le pareció muy aburrido y muy tonto seguir siendo normal por el resto de su vida.” [p32]
[Á. Una vez que mordemos una torta que nos agranda, es difícil aceptar aquellas que no producen ninguna aventura]

“De nada servirá que asomen sus cabezas por el pozo y me digan: ¡Vuelve a subir, cariño! Me limitaré a mirar hacia arriba y decir: ¿Quién soy, entonces? Díganmelo antes y, si me gusta ser esa persona, volveré a subir. Si no me gusta, me quedaré acá abajo hasta ser alguien distinto.”
[p36]

“―¡No me gustan los gatos! ―exclamó el Ratón con voz aguda y apasionada―. ¿Te gustarían a ti los gatos si tú fueras yo?”
[p39]

“…la mejor manera de explicarlo es hacerlo.”
[p43]

“Por si alguno de ustedes quiere hacer también una Carrera Electoral cualquier día de invierno, voy a contar cómo la organizó el Dodo.
Primero trazó una pista para la carrera, más o menos en círculo, “la forma exacta no tiene importancia” ―dijo, y después todo el grupo se fue colocando aquí y allá a lo largo de la pista. No hubo el: “A la una, a las dos, a las tres, ya”,sino que todos empezaron a correr cuando quisieron, y cada uno paró cuando quiso, de modo que no era fácil saber cuándo terminaba la carrera. Sin embargo, después de más o menos media hora, cuando ya estaban todos secos nuevamente, el Dodo súbitamente gritó:
―¡La carrera ha terminado!
Todos lo rodearon, jadeantes, y le preguntaron:
―¿Pero quién ganó?
El Dodo no podía contestar esta pregunta sin antes reflexionar, y estuvo largo rato pensando con un dedo apoyado en la frente. La postura era similar a la que tienen, casi siempre, los pensadores en los retratos. Mientras los demás esperaban en silencio. Por fin
El Dodo dijo:
―Todos hemos ganado, y todos tenemos que recibir un premio.
―¿Pero quién dará los premios? ―preguntó un coro de voces.
―Pues ella, naturalmente ―dijo el Dodo, señalando a Alicia con el dedo.
Entonces, todo el grupo se agolpó alrededor de Alicia, mientras gritaban:
―¡Premios! ¡Premios!
Alicia no sabía qué hacer, y se metió desesperada una mano en el bolsillo, y encontró una caja de dulces. Por suerte el agua salada no había entrado en su bolsillo. Y repartió los dulces como premios. Había exactamente uno para cada uno. [p44]
―Pero ella también debe tener un premio ―dijo el Ratón.
―Claro que sí ―dijo el Dodo con gravedad, y dirigiéndose a Alicia, preguntó―: ¿qué más tienes en el bolsillo?
―Solo un dedal ―dijo Alicia.
―Trae el dedal ―dijo el Dodo
Y entonces, todos volvieron a rodearla nuevamente, mientras el Dodo, al ofrecerle el dedal, decía solemnemente:
―Rogamos a usted que acepte este elegante dedal.
Y al concluir este brevísimo discurso todos aplaudieron con entusiasmo.
Alicia pensó que todo esto era muy absurdo. Pero los demás parecían tomarlo tan en serio que no se atrevió a reír y, como tampoco se le ocurría nada que decir, se limitó a hacer una reverencia, y a tomar el dedal tan formalmente como le fue posible.”
[p45]

“…el cachorro podía estar hambriento, y, en este caso, lo más probable era que la devorara de un solo bocado, a pesar de todos sus mimos.”
[p59]

“―Estaré aquí sentado ―dijo― días y días.
―Pero ¿yo qué voy a hacer? —insistió Alicia.
―Lo que se te dé la gana ―dijo el Lacayo, y empezó a silbar.”
[p75]

“―Minino de Cheshire, ¿podría decirme, por favor, qué camino debo seguir para salir de aquí? [p81]
―Eso depende del sitio al que quieras llegar ―dijo el Gato.
―No me importa mucho el sitio… ―dijo Alicia.
―Entonces tampoco importa el camino que tomes ―dijo el Gato.
―…siempre que llegue a alguna parte ―añadió Alicia como explicación.
―¡Oh!, siempre llegarás a alguna parte ―aseguró el Gato―si caminas lo suficiente.”
[p82]

“―¡Vaya! ―se dijo Alicia―. He visto muchísimas veces un gato sin sonrisa, ¡pero una sonrisa sin gato! ¡Es la cosa más rara que he visto en toda mi vida!”
[p84]

“―Creo que ustedes deberían usar mejor su tiempo ―dijo― en vez de perderlo proponiendo adivinanzas sin solución.
―Si conocieras al Tiempo tan bien como yo ―dijo el Sombrerero―, no hablarías de perderlo. ¡El Tiempo es todo un personaje! No es una cosa. Él es de él, no es de nadie.
―No sé lo que usted quiere decir ―protestó Alicia.
―¡Claro que no lo sabes! ―dijo el Sombrerero, arrugando la nariz en un gesto de desprecio―. ¡Estoy seguro de que ni siquiera has hablado nunca con el Tiempo!
―Creo que no ―respondió Alicia con cautela―, pero en la clase de música tengo que marcar el tiempo con las palmas.
―¡Ah, eso lo explica todo! ―dijo el Sombrerero―. El Tiempo no tolera que le den palmadas. En cambio, si estuvieras en buenas relaciones con él, harías todo lo que tú quisieras con el reloj. Por ejemplo, imagina que son las nueve de la mañana, justo la hora de empezar las clases, pues no tendrías más que susurrarle al Tiempo tu deseo y el Tiempo, en un abrir y cerrar de ojos, haría girar las agujas de tu reloj. ¡La una y media! ¡Hora de comer!
―¡Cómo me gustaría que lo fuera ahora! ―dijo la Liebre de Marzo susurrando.
―Sería estupendo, desde luego ―admitió Alicia, pensativa―, pero entonces todavía no tendría hambre, ¿no le parece?
―No tendrías hambre al principio ―dijo el Sombrerero―. Pero podrías mantenerlo a la una y media todo lo que tú quieras.
―¿Es esto lo que ustedes hacen con el Tiempo? ―preguntó Alicia.
El Sombrerero movió la cabeza apenado.
―¡Yo no! ―contestó―. Nos peleamos el pasado marzo, justo antes de que esta se volviera loca, ¿sabes?, (y señaló con la cucharita hacia la Liebre de Marzo).
―¿Ah, sí? ―preguntó Alicia interesada.
―Sí. Fue en el gran concierto ofrecido por la Reina de Corazones, yo tenía que cantar.
―¿Y qué cantaste? ―preguntó Alicia.
―Canté esto:
‘Titila, titila, murciélago alado
¿En qué estás tan ocupado?’
―Seguramente conoces esta canción.
―Creo que sí ―dijo Alicia.
―Tiene algunas estrofas más ―siguió el Sombrerero―. Por ejemplo:
‘Sobre el mundo vas volando
Y una bandeja de té vas llevando
Titila, titila…’
Al llegar a este punto, el Lirón se estremeció y empezó a canturrear en sueños: “Titila, titila, titila, titila…” y estuvo así tanto tiempo que tuvieron que darle un buen pellizco para que se callara.
―Bueno… ―el Sombrerero siguió contando su historia―. Lo cierto es que apenas había terminado yo la primera estrofa, cuando la Reina se puso a gritar: “¡Vaya forma estúpida de matar el tiempo! ¡Que le corten la cabeza!”.
―¡Qué barbaridad!¡Vaya fiera! ―exclamó Alicia.
―Y desde entonces ―añadió el Sombrerero con una voz muy triste―, el Tiempo cree que quise matarlo y no quiere hacer nada por mí. Ahora son siempre las seis de la tarde para mí.
De repente Alicia comprendió todo lo que allí ocurría.
―¿Es por eso que pusieron tanta vajilla de té encima de la mesa? ―preguntó.
―Sí, esa es la razón ―suspiró el Sombrerero―. Siempre es la hora del té, y no tenemos tiempo de lavar la vajilla entre té y té.
―¿Y lo que hacen es ir dando la vuelta alrededor de la mesa, verdad? ―preguntó Alicia.
―Exactamente ―admitió el Sombrerero―, a medida que vamos ensuciando las tazas.
―Pero, ¿qué pasa cuando llegan de nuevo al principio de la mesa? ―se atrevió a preguntar Alicia.
―¿Y si cambiamos de conversación? ―los interrumpió la Liebre de Marzo con un bostezo―. Estoy harta de todo este asunto. Propongo que esta señorita nos cuente un cuento.
―Mucho me temo que no sé ninguno ―se apresuró a decir Alicia, muy alarmada ante esta propuesta.”
[p89-92]

“La teoría del verdugo era que resultaba imposible cortar una cabeza si no había cuerpo del cual cortarla; decía que nunca había tenido que hacer una cosa parecida en el pasado y que no iba a empezar a hacerla a esta altura de su vida.
La teoría del Rey era que todo lo que tenía una cabeza podía ser decapitado, y que se dejara de decir tonterías.
La teoría de la Reina era que si no solucionaban el problema inmediatamente, haría cortar la cabeza a cuantos la rodeaban.”
[p106]

“―Léelo ―ordenó el Rey al Conejo Blanco.
El Conejo Blanco se puso las gafas.
―¿Por dónde debo empezar, Su Majestad? ―preguntó.
―Empieza por el principio ―dijo el Rey con gravedad―, y sigue hasta llegar al final; allí te detienes.”
[p143]

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