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El placer del texto y lección inaugural. Roland Barthes. Extractos y comentarios al margen.

El placer del texto y lección inaugural
Roland Barthes
Traducción: Nicolás Rosa y Oscar Terán
Siglo xxi editores: Buenos Aires. 2014
Obra original: Le plaisir du texte, 1978

[Á: “lácteo” como sinónimo de “infantil”.]

¿El lugar más erótico de un cuerpo está acaso allí donde la vestimenta se abre? En la perversión (que es el régimen del placer textual) no hay “zonas erógenas” (expresión por otra parte bastante inoportuna); es la intermitencia, como bien lo ha dicho el psicoanálisis, la que es erótica: la de la piel que centellea entre dos piezas (el pantalón y el pulóver), entre dos bordes (la camisa entreabierta, el guante y la manga); es ese centelleo el que seduce, o mejor: la puesta en escena de una aparición-desaparición. [18]

Texto de goce: el que pone en estado de pérdida, desacomoda (tal vez incluso hasta una forma de aburrimiento), hace vacilar los fundamentos históricos, culturales, psicológicos del lector, la congruencia de sus gustos, de sus valores y de sus recuerdos, pone en crisis su relación con el lenguaje. [22]

… la agresión es el más gastado de los lenguajes. [23]
[Á: la violencia como inelegante falta de creatividad. ¿Y si ejerzo violencia de maneras no convencionales?]

… ese momento en que mi cuerpo comienza a seguir sus propias ideas, pues mi cuerpo no tiene las mismas ideas que yo. [26]

… un sujeto dividido que goza … de la consistencia de su yo … [31]

El escritor de placer (y su lector) acepta la letra; renunciando al goce tiene el derecho y el poder de decirlo: la letra es su placer; está obsesionado por ella, como lo están todos los que aman el lenguaje (no la palabra): los logófilos, escritores, corresponsales, lingüistas; … [32]

¿si el conocimiento mismo fuese delicioso? [33]

En ambos lados encontramos la extravagante idea de que el placer es una cosa simple, por lo que se lo reivindica o se lo desprecia. No obstante, el placer no es un elemento del texto, no es un residuo inocente, no depende de una lógica del entendimiento y de la sensación, es una deriva, algo que es a la vez revolucionario y asocial y no puede ser asumido por ninguna colectividad, ninguna mentalidad, ningún idiolecto. ¿Algo neutro? Es evidente que el placer del texto es escandaloso no por inmoral sino porque es atópico. [33]

La modernidad realiza un esfuerzo incesante por sobrepasar el intercambio: pretende resistir al mercado de las obras (excluyéndose de la comunicación masiva), al signo (por la exclusión del sentido, por la locura), a la sexualidad normal (por la perversión, que sustrae el goce a la finalidad de la reproducción). [34]

… lo único gratuito es la muerte … [35] [citando a Freud.]

Estar con quien se ama y pensar en otra cosa: es de esta manera como tengo los mejores pensamientos, como invento lo mejor y más adecuado para mi trabajo. Ocurre lo mismo con el texto: produce en mí el mejor placer si llega a hacerse escuchar indirectamente, si leyéndolo me siento llevado a levantar la cabeza a menudo, a escuchar otra cosa. No estoy necesariamente cautivado por el texto de placer; puede ser un acto sutil, complejo, sostenido, casi imprevisto … [36]

Sólo sobreviven los sistemas (las ficciones, las hablas) suficientemente creadores para producir una última figura, aquella que marca al adversario bajo un vocablo a medias científico, a medias ético, especie de torniquete que permite simultáneamente comprobar, explicar, condenar, vomitar, recuperar al enemigo, en una palabra: hacerle pagar. [43]
[Á: me defiendo, y ataco a la otredad, sustativizándola, y cargando a ese sustantivo de las características que, asumo, me conviene despreciar.]

En el momento en que nombro soy nombrado: capturado en la rivalidad de los nombres. [44]

(Se dice corrientemente: “ideología dominante”. Esta expresión es incongruente ¿pues, qué es la ideología? Es precisamente la idea cuando domina: la ideología no puede ser sino dominante. Mientras que es justo hablar de “ideología de la clase dominante” puesto que existe una clase dominada, es inconsecuente hablar de “ideología dominante”, pues no hay ideología dominada: del lado de los “dominados” no hay nada, ninguna ideología, sino precisamente -y es el último grado de la alienación- la ideología que están obligados -para simbolizar, para vivir- a tomar de la clase que los domina. La lucha social no puede reducirse a la lucha de dos ideologías rivales: lo que está en cuestión es la subversión de toda ideología.) [46]

… sólo lo nuevo trastorna (enferma) la conciencia (¿ocurre esto fácilmente?, no lo creo; nueve veces sobre diez lo nuevo no es más que el estereotipo de la novedad). [56]
[Á: buscar una originalidad espontánea y honesta, no el mero capricho de algo sólo original, sólo nunca visto. (¿Todo lo honesto no es siempre, por sí mismo, original?) (En cuanto no repetición de partículas ni de nada, ¿no es incluso lo copiado algo original? Sólo la percepción encuentra repeticiones)]

Para escapar a la alienación de la sociedad presente no existe más que este medio: la fuga hacia delante: todo lenguaje antiguo está inmediatamente comprometido, y todo lenguaje deviene antiguo desde el momento en que es repetido. El lenguaje encrático (el que se produce y se extiende bajo la protección del poder) es estatutariamente un lenguaje de repetición; todas las instituciones oficiales de lenguaje son máquinas repetidoras: las escuelas, el deporte, la publicidad, la obra masiva, la canción, la información, repiten siempre la misma estructura, el mismo sentido, a menudo las mismas palabras: el estereotipo es un hecho político, la figura mayor de la ideología. [56 y 57]

… la repetición engendraría por sí misma el goce. Los ejemplos etnográficos abundan: ritmos obsesivos, músicas fascinadoras, letanías, ritos, nembustu búdico, etcétera; repetir hasta el exceso es entrar en la pérdida, en el cero del significado. Pero para que la repetición sea erótica es preciso que sea formal, literal, y en nuestra cultura esta rígida repetición (excesiva) deviene excéntrica, desplazada hacia ciertas regiones marginales de la música. La forma bastarda de la cultura de masas es la repetición vergonzosa: se repiten los contenidos, los esquemas ideológicos, el pegoteo de las contradicciones, pero se varían las formas superficiales: nuevos libros, nuevas emisiones, nuevos films, hechos diversos pero siempre el mismo sentido. [57]

Nietzsche ha hecho notar que la “verdad” no era más que la solidificación de antiguas metáforas. En ese sentido, el estereotipo es la vida actual de la “verdad” … [58]

… esta imposibilidad nauseabunda de morir. [59] 
[Á: estructura para título. Aunque ahora que revisto, es la misma estructura de "La insoportable levedad del ser", con ligeros cambios en orden y tipo de palabras]

[Á: idea: yo habría querido escribir esto, y citar fragmentos tales.]

[Á: si sueño menos y encarno mas tal vez me disuelva y cuando pregunten por mí no, no van a poder preguntar.]

¿quién podría decir: “Escribo para no tener miedo”? ¿Quién podría escribir el miedo (lo que no quiere decir narrarlo)? [65]

… yo mismo era un lugar público, un suk; pasaban en mí las palabras, los trozos de sintagmas, los finales de fórmula … [66]

[Á: eternidad extensiva, eternidad intensiva]

[Á: propuesta de oposiciones no contrarias:
miedo – simpatía
cinismo – paciencia
noche – mandarina
pasión – respeto]

El árbol es a cada instante una cosa nueva: afirmamos la forma porque no aprehendemos la sutileza de un movimiento absoluto” (Nietzsche).
El Texto sería también ese árbol cuya nominación (provisoria) debemos a la grosería de nuestros órganos. Seríamos científicos por falta de sutileza. [80]
[Á: la ciencia como falta de sutileza, como incapacidad para lo analógico]

… en qué condiciones y según qué operaciones puede el discurso desprenderse de todo querer-asir. [93]

En nuestra lengua francesa (y se trata de ejemplos groseros) estoy obligado a ponerme primero como sujeto antes de enunciar la acción que no será sino mi atributo: lo que hago no es más que la consecuencia y la consecución de lo que soy; de la misma manera, estoy siempre obligado a elegir entre el masculino y el femenino, y me son prohibido lo neutro o lo complejo; igualmente estoy obligado a marcar mi relación con el otro mediante el recurso ya sea al tú o al usted: se me niega la suspensión afectiva o social. Así, por su estructura misma, la lengua implica una fatal relación de alienación. Hablar, y con más razón discurrir, no es, como se repite demasiado a menudo, comunicar, sino sujetar: toda la lengua es una acción rectora generalizadora. [95]

Si se llama libertad no sólo a la capacidad de sustraerse al poder, sino también y sobre todo a la de no someter a nadie, entonces no puede haber libertad sino fuera del lenguaje. [96]

Si por no sé qué exceso de socialismo o de barbarie todas nuestras disciplinas menos una debieran ser expulsadas de la enseñanza, es la disciplina literaria la que debería ser salvada, porque todas las ciencias están presentes en el monumento literario. Por esto puede decirse que la literatura, cualesquiera fueren las escuelas en cuyo nombre se declare, es absoluta y categóricamente realista: ella es la realidad, o sea, el resplandor mismo de lo real. [98, 99]

… las palabras ya no son concebidas ilusoriamente como simples instrumentos, sino lanzadas como proyecciones, explosiones, vibraciones, maquinarias, sabores; la escritura convierte al saber en una fiesta. [100]

Se le reprocha a menudo al escritor, al intelectual, no escribir la lengua de “todo el mundo”. Pero es bueno que los hombres, dentro de un mismo idioma -el francés para nosotros-, tengan varias lenguas. Si yo fuese legislador -suposición aberrante para alguien que, etimológicamente hablado, es “anarquista”-, lejos de imponer una unificación del francés, sea burguesa o popular, alentaría por el contrario al aprendizaje simultáneo de diversas lenguas francesas, de funciones diferentes, igualmente promovidas. Dante discute muy seriamente para decidir en qué lengua escribirá el Convivio: ¿en latín o en toscano? No es en absoluto por razones políticas o polémicas por las que eligió la lengua vulgar, sino al considerar la apropiación de una y otra lengua a su materia: ambas lenguas -como para nosotros el francés clásico y el moderno, el francés escrito y el hablado- constituyen así una reserva en la cual se siente libre de abrevar según la verdad del deseo. Esta libertad es un lujo que toda sociedad debería procurar a sus ciudadanos: que haya tantos lenguajes como deseos; proposición utópica puesto que ninguna sociedad está todavía dispuesta a aceptar que existan diversos deseos. Que una lengua, la que fuere, no reprima a otra; que el sujeto por venir conozca sin remordimientos, sin represiones, el goce de tener a disposición dos instancias de lenguaje, que hable una u otra según las perversiones y no según la Ley. [102]

Puesto que el poder se adueña del goce de escribir como se adueña de todo goce, para manipularlo y tornarlo un producto gregario, no perverso, del mismo modo que se apodera del producto genético del goce amoroso para producir, en su provecho, soldados y militantes. [103]

La semiología aquí propuesta es entonces negativa o, mejor aún -independientemente de la pesadez del término-, apofática, no porque niegue al signo sino porque niega que sea posible atribuirle caracteres positivos, fijos, ahistóricos, acorporales; en síntesis, científicos. Este apofatismo implica por lo menos dos consecuencias que se conectan directamente con la enseñanza de la semiología.
La primera es que la semiología -aunque al principio todo la predisponía a ello, ya que es lenguaje sobre los lenguajes- no puede ser ella misma un metalenguaje. Precisamente al reflexionar sobre el signo descubre que toda relación de exterioridad de un lenguaje a otro es, a la larga, insostenible: el tiempo desgasta mi poder de distancia, lo mortifica, convierte a esta distancia en una esclerosis; no puedo estar al mismo tiempo fuera del lenguaje, tratándolo como un blanco, y dentro del lenguaje, tratándolo como un arma. [110]

El signo -al menos el signo que él ve- es siempre inmediato, regulado por una especie de evidencia que le salta al rostro, como un disparador de lo Imaginario. [112]

El método no puede referirse aquí más que al propio lenguaje en tanto lucha por desbaratar todo discurso consolidado. [113]

[Á: la única tarde que verdeSol gustó de la literatura, la historia del pago con recuerdos. Silla de caminar, felpa.]

Mi cuerpo es ciertamente más viejo que yo, como si conserváramos siempre la edad de los temores sociales con los que por el azar de la vida nos hemos topado. Entonces, si quiero vivir debo olvidar que mi cuerpo es histórico, debo arrojarme en la ilusión de que soy contemporáneo de los jóvenes cuerpos presentes y no de mi propio cuerpo, pasado. [115]

Intento pues dejarme llevar por la fuerza de toda vida viviente: el olvido. Hay una edad en la que se enseña lo que se sabe: pero inmediatamente viene otra en la que se enseña lo que no se sabe: eso se llama investigar. Quizá ahora arribe la edad de otra experiencia: la de desaprender, de dejar trabajar a la recomposición imprevisible que el olvido impone a la sedimentación de los saberes, de las culturas, de las creencias que uno ha atravesado. Esta experiencia creo que tiene un nombre ilustre y pasado de moda, que osaré tomar aquí sin complejos, en la encrucijada misma de su etimología: Sapientia: ningún poder, un poco de prudente saber y el máximo posible de sabor. [116]

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