Sólo somos niños grandes, cariño … [p13]
―¿Oyes la nieve cayendo contra los cristales de la ventana, gatita? ¡Qué suave y delicada suena! Es como si alguien estuviera dándole besos a la ventana desde afuera. Me pregunto si la nieve ama a los árboles y a los campos, que los besa con tanta dulzura y, luego —por decirlo así — los arropa con una hermosa manta blanca. [p18]
Y aquí me habría gustado contarles, al menos, la mitad de las cosas que se le ocurrían a Alicia cuando empezaba con su frase favorita: “Juguemos a ser…”. Precisamente el día anterior había tenido una larga discusión con su hermana solo porque Alicia había comenzado con: “Juguemos a que éramos reyes y reinas”; y su hermana, que le encantaba ser precisa, le había replicado que no podían, porque solo eran dos; hasta que, finalmente, Alicia se había visto obligada a zanjar el dilema diciendo: “Bueno, tú serás una sola y yo seré todos los demás”. [p19]
—¡Mira! Sobre esa rama, encima de tu cabeza —dijo el Mosquito ―, y verás una luciernagolosina. Tiene el cuerpo de budín de ciruelas, sus alas son hojas de acebo y su cabeza, una pasa flameada al coñac.
—¿Y de qué se alimenta? —preguntó Alicia como antes.
—De polvorones y mazapán —contestó el Mosquito —; y anida en los regalos de Navidad. [p48]
—Arrastrándose a tus pies —dijo el Mosquito (y Alicia retiró los pies alarmada) — tienes a una maripán-con-manteca. Sus alas son finas rebanadas de pan con manteca, su cuerpo es de corteza, y su cabeza un terrón de azúcar.
—¿Y de qué se alimenta?
—De té suave con crema.
―¿Y qué pasaría si no encuentra té?
―Pues se moriría, naturalmente.
―Pero eso debe ocurrir muy a menudo ―comentó Alicia pensativa.
―Todo el tiempo —afirmó el Mosquito. [p48]
—Supongo que tú no querrás perder tu nombre, ¿verdad?
―¡No, por supuesto! —se apresuró a responder Alicia con ansiedad.
—De todos modos, no sé… —prosiguió el Mosquito, con indiferencia — ¡Imagina lo conveniente que sería si volvieras a tu casa sin nombre! Por ejemplo, si la institutriz quisiera llamarte para tomarte la lección, te diría: “Venga aquí…”, pero en ese punto tendría que callarse porque no habría nombre con qué llamarte; y naturalmente, no tendrías por qué ir.
—¡No serviría de nada! —aseguró Alicia —; la institutriz jamás me perdonaría la lección solo por eso. Si no pudiera acordarse de mi nombre, me llamaría “señorita”, como hacen las criadas.
―Bueno, pero entonces si te llamase “señorita” a secas —comentó el Mosquito —, naturalmente, podrías entender que perdiste [Nota del traductor: Es u juego de palabras: “miss” en inglés significa “perder”, y a la vez es el título que se le da a una muchacha joven y soltera, “señorita”] la lección. Es un chiste. Me habría gustado que lo hubieses hecho tú.
―¿Por qué lo iba a hacer yo? —preguntó Alicia —Es malísimo.
El Mosquito solo emitió un profundo suspiro, mientras dos enormes lagrimones le surcaban las mejillas.
—No deberías hacer chistes —dijo Alicia —, si eso te pone tan triste. [p49]
—Este debe de ser el bosque —se dijo Alicia pensativa — donde las cosas no tienen nombre. ¿Qué le pasará al mío cuando entre? No me causaría ninguna gracia perderlo… porque en ese caso tendrían que darme otro y casi seguro sería feísimo. De todos modos, ¡sería divertido buscar al bicho que hubiera encontrado mi nombre anterior! Sería como esos anuncios que pone la gente cuando pierde a su perro: “Responde al nombre de ‘Chispa’ y lleva un collar de bronce”. ¡Qué gracioso sería ir diciéndole “Alicia” a todo el mundo, hasta que alguien contestase! A menos que fueran muy listos y no respondieran.
Estaba en este divague, cuando llegó al bosque lindero: parecía muy frío y sombrío.
―Bueno, en todo caso es un gran alivio —se dijo al internarse entre los árboles — después de haber sentido tanto calor, entrar aquí en este… en este… ¿en este qué? —prosiguió, bastante sorprendida, al ver que no conseguía dar con la palabra —. Quiero decir, internarme aquí entre los… los… ¡entre estos! —dijo, apoyando la mano sobre el tronco de un árbol — ¿Cómo se llaman? Empiezo a pensar que no tienen nombre… ¿Pero cómo estar segura de que no lo tienen?
Se detuvo, y permaneció en silencio unos minutos, pensando, y continuó súbitamente con sus cavilaciones: “Entonces, después de todo, ¡finalmente ocurrió! Y ahora, ¿quién soy? ¡Vamos! ¡Sé que puedo acordarme!”. Pero el estar decidida no la ayudó mucho y, [p50] tras hurgar en su memoria un rato, lo único que pudo decir fue: “L… ¡Estoy segura de que empieza con L!”.
En ese preciso momento se acercó a ella un Cervatillo. La miró con sus tiernos ojazos, pero aparentemente no se asustó en absoluto:
—¡Ven! ¡Ven aquí! —dijo Alicia, al tiempo que extendía la mano tratando de acariciarlo.
El Cervatillo se limitó a retroceder un poco, y luego se quedó mirándola otra vez.
―¿Cómo te llamas? —dijo, por fin, el Cervatillo. ¡Qué vocecita más dulce tenía!
“¡Ojalá lo supiera!”, pensó la pobre Alicia; y respondió con tristeza:
—Ahora mismo, no tengo nombre, me llamo nada.
—Piénsalo —dijo el Cervatillo —, pues así no vale.
Alicia pensó, pero no se le ocurría nada.
—Por favor, ¿me dirías tu nombre? —dijo ella tímidamente —. Creo que eso podría ayudarme un poco.
—Te lo diré, si me acompañas un poco más allá —dijo el Cervatillo —. Aquí no puedo acordarme.
Caminaron juntos por el bosque, Alicia abrazada amorosamente al suave cuello del Cervatillo, hasta que llegaron a otro campo abierto; pero, justo al salir del bosque, el Cervatillo dio un salto repentino en el aire, librándose del brazo se Alicia:
—¡Soy un Cervatillo! —exclamó con alegría —¡Ay de mí! ¡Tú eres una criatura humana! —una expresión súbita de alarma asomó a sus hermosos ojos castaños; y un instante después salió disparado. [p51]
[Á: el abrazo duró sólo durante la ausencia (la imposibilidad) de sustantivación de la otra criatura.]
—Ahora está soñando —dijo Tweedledee —; ¿A que no sabés con quién sueña?
—¡Imposible saberlo! —exclamó Alicia.
—¡Pues contigo! —exclamó Tweedledee aplaudiendo triunfalmente —. Si dejase de soñar contigo, ¿dónde crees que estarías tú?
—Donde estoy ahora, naturalmente —dijo Alicia.
—¡Te encantaría! —replicó Tweedledee altanero —. No estarías en ninguna parte. ¡Vamos!, ¡si no eres más que un producto de sus sueños!
—Si ese Rey se despertase ―añadió Tweedledum —… ¡paf!, ¡te apagarías como una vela!
—¡No me apagaría! —exclamó Alicia indignada —. Además, si yo soy un producto de sus sueños, ¿ustedes qué son?
—Ídem —dijo Tweedledee.
—¡Ídem de ídem! —exclamó Tweedledum. [p62]
—Es lo que pasa al vivir hacia atrás —explicó la Reina con amabilidad —; siempre produce un poco de vértigo al principio…
—¡Vivir hacia atrás! —repitió Alicia con gran asombro —. ¡Es la primera vez que escucho algo semejante!
—Sin embargo, tiene una gran ventaja: la memoria funciona en ambas direcciones.
—Estoy segura de que la mía solo funciona en una —afirmó Alicia —. No puedo recordar cosas antes de que hayan sucedido.
—Es mala memoria la que funciona solo hacia atrás —comentó la Reina. [p71]
Alicia se echó a reír.
—Es inútil que lo intente —y explicó —: nadie puede creer en cosas imposibles.
—Evidentemente es porque te falta mucha práctica —dijo la Reina —. Cuando tenía tu edad, practicaba media hora por día. ¡Y, a veces, llegaba a creerme hasta seis cosas imposibles antes del desayuno! [p75]
… Qué pena que no pueda alcanzarlo.” Y la verdad es que resultaba un poco irritante (“parece que es a propósito”, pensó) que, aunque ya había juntado un montón de juncos preciosos, justo los más bonitos siempre quedaran fuera de su alcance. [p79]
—Cuando yo empleo una palabra —dijo Humpty Dumpty en tono despectivo — significa exactamente lo que yo quiero que signifique, ni más ni menos.
—La cuestión es —dijo Alicia —, si se puede hacer que las palabras signifiquen tantas cosas distintas.
—La cuestión es quién manda —dijo Humpty Dumpty —; nada más. [p91]
[Á: conciso manual de semiótica aplicada a contextos sociopolíticos.]
Mira por el camino y dime, ¿alcanzas a ver a alguno de los dos?
—No… no veo a nadie —declaró Alicia.
—¡Ojalá yo tuviera esa vista! —comentó el Rey en tono quejumbroso —. ¡Poder ver a Nadie! ¡Y a esa distancia, además! ¡En cambio yo, bastante hago al ver a personas reales, con esta luz! [p100]
—Estás triste —dijo el Caballero en tono preocupado —; deja que te cante una canción para alegrarte.
—¿Es muy larga? —preguntó Alicia, que ese día ya había escuchado un montón de poesías y canciones.
—Es larga —dijo el Caballero —, pero muy, muy bonita. Todos los que me oyen cantarla… o se les llenan los ojos de lágrimas, o…
—¿O qué? —preguntó Alicia, ya que el Caballero se había quedado callado de repente.
—O no, claro. El nombre de la canción se llama “Ojos de abadejo”.
—¡Ah!, ¿con que ese es el nombre de la canción, eh? —dijo Alicia, tratando de poner interés.
—No; no comprendes —dijo el Caballero, con expresión algo contrariada —. Así es como la llaman, pero nombre verdadero es “Un viejo viejo”.
—Entonces, ¿debo decir que así es como se llama la canción? —rectificó Alicia.
—No, tampoco; ¡eso es algo completamente distinto! La canción se llama “De esto y de aquello”; pero es solo como se llama.
—Bueno, entonces, ¿cuál es la canción? —insistió Alicia, que ya estaba completamente confundida.
—A eso iba —dijo el Caballero —. En realidad, la canción es “Posado sobre una cerca”; y la música es invención mía. [p122]
Pero, ¿cómo se va a poder hablar con alguien que siempre dice lo mismo? [p153]
[Á: pensar en un lenguaje flexible e inabarcable, infinito, siempre en constante desarrollo y expansión; pensar en otro lenguaje que sea síntesis absoluta: una sola palabra, o incluso ninguna. Escribir sobre el pueblo cuyo idioma está conformado por una sola palabra que nunca pronuncian, excepto unos momentos antes de morir.]
Lewis Carroll. Alicia A Través Del Espejo. 2013 (Original: 1871). Traducción: Marià Manent. Editorial Juventud, Barcelona.
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