Variaciones en escarlata
Paco Ignacio Taibo II
Montevideo: Ediciones de La Banda Oriental, 2007
LA GUERRA CONTRA HOLANDA
… fui detenido por el personal de aduanas del aeropuerto de Schipol que pretendía que pagara impuestos sobre los cuatro paquetes de tabaco negro español que llevaba.
Apelando a la razón les informé que el tabaco era español y que esos, al igual que Holanda, se supone que eran territorios de la Comunidad Europea. Me explicaron que como lo había comprado en México en una tienda libre de impuestos, que nanay, que tenía que pagar.
Argumenté que yo iba de paso por Holanda, que es más, ni siquiera había entrado en Holanda sino que estaba en los pasillos de “tránsito” del aeropuerto rumbo a Italia, que los cigarrillos me los iba a fumar en Italia, a razón de tres cajetillas diarias durante una gira de 26 días; que no me gustaba el tabaco italiano, que por eso cargaba tabaco negro español. Que para demostrar que eran de uso personal y no tenía ninguna intención de lucro con ellos, estaba dispuesto a abrir cada una de las cajetillas.
Nada.
Les pregunté que cuánto les tenía que pagar. Me dijeron que 60 dólares. Dado que los cigarrillos me habían costado 52, me pareció exagerado. Contestaron que esas eran las tarifas. Exigí ver la tabla de tarifas, me la mostraron. Cada [11] paquete de tabaco, 20 dólares, uno podía pasar sin impuestos, los otros tres…
Para esos momentos me sentía víctima de un atraco organizado por las fuerzas del estado, un atraco de rapiña estatalista internacional.
Les dije que no tenía inconveniente entonces en pagar impuesto pero que me negaba a hacerlo en Holanda, que les pagaría el impuesto a las autoridades italianas, que si era en Italia en donde me iba a fumar los cigarrillos… Nada. Oídos de sordo estatal.
Las dos rubias aduaneras que tenía enfrente eran como una pared de frontón. Por una oreja les entraban los argumentos, por la otra les salían impolutos.
Pregunté entonces que bajo qué ley internacional, podían poner impuesto sobre algo que no iba a entrar en su país, que exigía un certificado que dijera que los 60 dólares serían entregados al fisco italiano.
Ante esta ultima ofensiva ni siquiera contestaron.
Les dije que entonces dejaba los cigarrillos, los depositaba en un bote de basura antes del control aduanero. Me dijeron que no podía dejarlos. Que ellos podían requisarlos si no pagaba impuesto.
Ahora fui yo el que dije que nada de nada. Que si no los dejaba antes del puesto aduanero, a ellos no se los iba a entregar, que me encargaría de fumarlos todos, así me tomara un día y perdiera el avión, o los destruiría. Venganza apache.
Las amables aduaneras rubias llamaron a un policía.
Yo pensé en llamar a alguien. Pero hace una docena de años que no tengo un abogado, y pensar en hablar a la embajada de México, me parecía peor todavía que dejarme atracar por el estado holandés. La embajada mexicana podría querer parte en el botín y sacarme otros 20 dólares, siguiendo la tradición del gobierno priista mexicano de morder primero y preguntar después. [12]
De tal manera, que bajo protesta pagué los 60 dólares y me fui a tomar el avión de conexión hacia Italia llevando entre las manos el recibo que anexo a esta nota.
Debido a todo esto, señor embajador, quiero decirle que rumiando la sensación de odio que me invadía, llegué a las siguientes decisiones, mismas que le comunico para hacer de esto un acto público.
Ante el acto de piratería estatal sufrido en Holanda, y para no hacer de la impotencia del ciudadano contra el estado una sumisión que se vuelva costumbre, le declaro la guerra al estado holandés con las siguientes consecuencias:
a) No volveré a tomar un avión de línea KLM en el resto de los días de mi vida, ni pasaré por ningún aeropuerto holandés hasta que no me devuelvan mis 60 dólares.
b) Estaré en contra de cualquier equipo de fútbol holandés dondequiera que juegue y contra quien quiera que juegue, Ajax incluido.
c) Robaré jabones, focos y toallas de todos los baños de instituciones holandesas, museos, embajadas, legaciones comerciales, etc., con los que me cruce a lo largo de los restantes días de mi vida.
d) Y por último, en las siguientes novelas que escriba, los burócratas más hijos de puta, con los que hayan de cruzarse mis personajes, serán de nacionalidad holandesa.
e) Desde luego excluyo de este estado de guerra al honorable pueblo holandés, de cuya amabilidad, solidaridad y sentido del humor, he tenido abundantes pruebas en otras ocasiones; y que sospecho debe sufrir a la burocracia estatal de su país de la misma manera que uno.
Queda de usted:
José Daniel Fierro. Ciudad de México. [13]
[Á: primero, cómo hacerle la guerra a un país. Segundo, por qué no llamarle “guerra” a dicho proceso.
Algunas otras medidas que pueden tomarse para el combate: No evitar estudiar su idioma, sino que estudiarlo y utilizarlo de manera no ortodoxa; dejar pulgares abajo en los videos de bandas, creadores de contenido, etc., de tal nacionalidad]
… la palabra se deteriora al volverse palabra … [29]
[Á: me gusta llamarle “intuición” a todo aquello que se sabe, se vive, se experimenta sin palabras. Al comunicarnos, la honestidad con nosotras mismas siempre se reduce: todo lenguaje es siempre un croquis inútil, aunque nos esmeremos en creer lo contrario. ¿Sería posible vivir en el plano en lugar de en la casa?
¿En qué coincide la casa con el plano estimado más exacto? Puro capricho, tal cual en la palabra “manzana” no hay nada de la fruta que comemos.
Pero si no hablamos de la intuición bocetada en palabra, sino de la palabra pensada vuelta palabra pronunciada por una persona para otra… Toda criatura que quiera convencerte de que la palabra pronunciada es la misma que la palabra escuchada, está intentando someter a alguien; es decir, no es confiable.]
EL PLACER DE SER MUCHOS [60]
-Ni el gobierno se tambalea, ni la revolución está a la vuelta de la esquina, ni veo por ningún lado que las esquinas se estén acercando, más bien lo contrario, se alejan, las cabronas. No creo que haya una insurrección en proceso, creo que a las asas de este país, con maravillosas excepciones, les han dado atole con el dedo, creo que el miedo domina a las clases medias, que la propaganda domina a las clases taradas, que nomás quedan de tres clases: los hijos de la chingada que se han perfeccionado, los mirones que son mayoría y nosotros que somos una docena de culeros … [61]
… lo que más me gusta en el mundo es que no me mientan. [62]
[Á: me encanta que su cosa favorita (aunque recordar que no es nada lo mismo: “lo que más me gusta” y “mi cosa favorita”) no sea un objeto palpable sino una manera de ser tratada. (segundo aunque: no creo que exista lo absolutamente impalpable)
Hizo un paquete con una docena de libros y se dirigió a la cocina. Comería huevos rancheros, miraría a su hija con amor, controlaría desde lejos el nacimiento de su nieta (¿por qué estaba tan seguro de que sería una niña?), leería novelas y biografías mientras aumentaba la velocidad en el cambio de sus personalidades, mientras recorría la ciudad haciendo magias subversivas, poniendo bombas de colores, sorpresas, trampas mortales para la dictadura. [67]
Había magia incontrolable, magia lógica y mágica promovida. [69]
Así empezó a escribirse una nueva novela. José Daniel a veces las escribía, a veces las leía, siempre las estaba pensando. Las propias las sufría, las ajenas las gozaba, pero muy pocas veces, un par de veces a lo más en cincuenta y ocho años de vida, las había vivido. [77]
La frase innecesariamente complicada, la imagen ensombrecida, no son literarias, son antiliterarias … [91]
[Á: Unos quince minutos al día se los pasa comprobando qué tan bien conoce su perra sus gestos faciales. Ella lo mira, él mueve los músculos imitando expresiones, y ve las reacciones de ella.]
[Á: Sacrificio, sacro oficio. Empanada en panda nada
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