Al comienzo era el amor. Psicoanálisis y fe
Julia Kristeva
Traducción: Graciela Klein
Barcelona: Editorial Gedisa, 2002.
Obra original: 1985
El objeto del psicoanálisis, en efecto, es tan sólo la palabra intercambiada … [13]
… un modelo de lo humano eficaz, en el cual el lenguaje no está separado del cuerpo; sino por el contrario, donde el “Verbo” siempre puede afectarlo, para bien o para mal. [20]
El dolor de cabeza, la parálisis, la hemorragia, pueden ser el retorno en los órganos de algo reprimido no simbolizado. Entonces, la represión de la palabra de odio o de amor, de una sutileza emocional para la cual no se encuentra una adecuada expresión verbal, reactiva descargas energéticas que a partir de ese momento no aparecerán ya en ninguna inscripción ni representación psíquica, sino que atacan los órganos, trastornándolos. [20]
… la religión sería una construcción carente de realidad, pero que expresa con exactitud la realidad del deseo de los sujetos que la profesan. [27]
… esta metamorfosis lúdica que hace que al final de la cura consideremos la palabra como cuerpo, el cuerpo como palabra … [57]
Más allá del horror del suicidio, es sabido que lo rodea una aureola gozosa … [66]
¿La madre virgen? En efecto, la desean virgen para amarla mejor o para dejarse amar por ella sin rival. [67]
Hacia el fin de la cura, hay un momento paranoide: “Estoy solo, por lo tanto yo soy el creador.” Trágicamente, algunos se detienen allí. [81]
En efecto, estoy solo, y de modo inconmensurable. De allí en más, también puedo jugar de verdad, en serio, a construir vínculos: a crear comunidades, a ayudar, a amar, a perder. [81]
El conocimiento de mi deseo es mi libertad y mi resguardo. De ahí en más, amo y me hago ilusiones por mi propia cuenta y riesgo. [82]
Crédito-creencia. Es posible que esta solidaridad arcaica haya sido construida por una humanidad aún niña que, al estar separada de la madre, sólo puede sobrevivir si cuenta con el Otro: el padre, el rey, el príncipe, el parlamento, el partido, la seguridad social, el líder ideológico. [87]
Para esa humanidad, que sigue siendo niña sin duda, pero también huérfana de valores –humanidad de la “crisis de valores”– el Otro está en el Yo: el Yo es un Otro. [87]
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