Que viva la ciencia,
que viva la poesía,
qué viva siento mi lengua
cuando tu lengua está sobre la lengua mía.
El agua está en el barro,
el barro en el ladrillo,
el ladrillo está en la pared
y en la pared tu fotografía.
Es cierto que no hay arte sin emoción
y que no hay precisión sin artesanía,
como tampoco hay guitarras sin tecnología:
Tecnología del nylon para las primas,
tecnología del metal para el clavijero,
la prensa, la gubia y el barniz.
Las herramientas del carpintero,
el cantautor y su computadora,
el pastor y su afeitadora,
el despertador que ya está anunciando la aurora
y en el telescopio se demora la última estrella.
La máquina la hace el hombre
y es lo que el hombre hace con ella:
El arado, la rueda, el molino,
la mesa en que apoyo el vaso de vino,
las curvas de la montaña rusa,
la semicorchea y hasta la semifusa,
el té, los ordenadores y los espejos,
los lentes para ver de cerca y de lejos,
la cucha del perro, la mantequilla,
la yerba, el mate y la bombilla.
Estás conmigo.
Estamos cantando a la sombra de nuestra parra
una canción que dice que
uno sólo conserva lo que no amarra,
y sin tenerte, te tengo a vos
y tengo a mi guitarra.
Hay tantas cosas...
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos.
Hay cines, hay trenes,
hay cacerolas,
hay fórmulas hasta para describir la espiral de una caracola.
Hay más: hay tráfico,
créditos, cláusulas, salas VIP,
hay cápsulas hipnóticas y tomografías computarizadas,
hay condiciones para la constitución de una sociedad limitada,
hay biberones y hay obúses,
hay tabúes, hay besos,
hay hambre, hay sobrepeso,
hay curas de sueño y tisanas,
hay drogas de diseño
y perros adictos a las drogas en las aduanas,
hay manos capaces de fabricar herramientas
con las que se hacen máquinas para hacer ordenadores
que a su vez diseñan máquinas que hacen herramientas
para que las use la mano,
hay escritas infinitas palabras:
Zen,
gol,
bang,
rap,
Dios,
fin.
Hay tantas cosas...
Yo sólo preciso dos:
Mi guitarra y vos.
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