Soy el lugar en el que estoy, y los lugares en los que
estuve. Soy las personas que me abrazaron, y también las que no quise abrazar.
Soy lo que veo parado desde aquí, y también soy todo eso que tengo miedo de
ser. Soy los golpes que he recibido y las cicatrices que dejé en los demás. Soy
lo que he sido y también lo que quisiera ser. Soy las proteínas que como, las
que dejo en el plato, y las que decidí no servirme. Soy esas cosas que no me
interesan, y también todos esos recuerdos que ya no sé cuánto tienen de verdad
y cuánto tienen de mala memoria. Soy la luz que se escabulle por mis pupilas,
el aire que renueva mi sangre, y también soy todo lo que elijo no ser. Soy lo
que olvidé, y todas esas cosas que ofrecí para obtener otras. Soy las
decisiones que no me atreví a tomar y también todas esas órdenes que obedecí.
Soy todo lo que no pienso y todo lo que conozco. Soy mis ganas de tomar té rojo
por las mañanas y la energía que gasto durante el día. Soy la casualidad de mis
padres, y también su esfuerzo constante. Soy el cuerpo desnudo que oculto y
todas las prendas que prefiero no ponerme. Soy las siestas con mis vecinos, las
madrugadas con mis amigos, la muerte de los perros que me vieron crecer. Soy
las experiencias que ya tengo y las que todavía me faltan. Soy inseguridad,
egoísmo, envidia, instinto de supervivencia, lo que leo y lo que escribo. Soy
las cosas que puedo hacer, y también las que me resultan imposibles. Soy todo
eso que soy, y todo aquello que no soy.
Pero hay algo que no soy, y que nunca seré: el tipo que ves
parado desde tus pies.
14/08/2015
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